lunes, 23 de noviembre de 2009

Contribución al rearme teórico y político del PTS


INTRODUCCIÓN

Presentamos a los militantes del partido este documento que sintetiza lasprincipales posiciones que fuimos desarrollando al calor del debate iniciado con motivo de la convocatoria de febrero a la Conferencia partidaria. El documento presentado en esa oportunidad en la Circular 143 es parte de nuestras elaboraciones. Con estos dos documentos como plataforma nos constituimos en Grupo de Opinión al interior del partido y llamamos a los compañeros que estén de acuerdo con nuestras posiciones a adherir a las mismas. El PTS salió de la primera oleada con una enorme conquista: un lugar de dirección en el fenómeno más avanzado que dio la modesta experiencia de la clase obrera en los últimos años, fundamentalmente en Zanon. Esto, para un pequeño partido como el nuestro es invaluable, es lo que nos ha reafirmado en nuestras convicciones y nos plantea hoy nuevos desafíos. Constituyó también un importante jalón en la experiencia misma de una clase trabajadora que ha comenzado a escribir nuevas páginas de su historia. Partiendo de este gran avance es que tenemos planteado sacar las conclusiones de dos años de intensa actividad política y orientar al partido hacia las nuevas tareas.

Con la circular 143 sostuvimos que el estancamiento del PTS sólo podíamos encararlo desde un balance exhaustivo de los aciertos y los errores a los que nos vimos sometidos desde el inicio de las jornadas revolucionarias. Al mismo tiempo que nos afirmábamos en los triunfos en la lucha de clases como los de Zanon y Brukman, corregir lo que para nosotros constituían desviaciones y rasgos sectarios, vanguardistas y obreristas. Las críticas que formulamos al documento presentado a la Conferencia (CI 139), partían de la base en la que debe descansar todo partido revolucionario: la crítica de todo lo existente, incluida nuestra propia organización. Como decía Lenin el problema no es equivocarse, eso es inevitable, lo peligroso es persistir en esos errores. Nuestra caracterización sobre los errores y desviaciones partidarias no eran y no son un debate pasado. Sin comprender a fondo los problemas que nos atraviesan en la práctica partidaria, todo intento de superación de nuestro estancamiento será una salida táctica, pero de ninguna manera una superación de los costados débiles que aún permanecen. No es que se trate de problemas de principios o programáticos, sino de la manera de pensar la política, la construcción partidaria y en última instancia en muchos casos la orientación. Por eso la primer crítica que formulamos luego de la conferencia era la desaparición por parte de la mayoría de lo que constituía un ya de por sí débil balance político, recortado de otra Circular anterior sobre la actuación del partido desde las Jornadas a esta parte. Se supone que una crisis de estancamiento que amerita una conferencia especial del partido, implica al mismo tiempo un preciso racconto partidario. Los balances parciales que fuimos realizando en muchas circulares y que nosotros proponíamos elevar a una discusión mayor sobre la lógica política con la cual actuábamos, desaparecieron en el curso del debate, hasta transformarse en una reivindicación acrítica del PTS y la FT en la carta de Emilio Albamonte. En la primer parte cuestionamos las caracterizaciones rígidas y no dialécticas sobre la categoría de centrismo y sostenemos que es necesaria una política mucho más activa hacia la reconstrucción de la IV internacional, incluyendo una fuerte ofensiva sobre las alas centro del movimiento trotskista. Esta tarea cobra vital importancia ante las nuevas convulsiones en la situación internacional. En la segunda parte profundizamos el debate sobre espontaneísmo y leninismo que comenzamos en la Circular 143 y lo extendemos a la relación entre soviet y frente único, partido y lucha de clases culminando con su expresión en la política nacional, sobre todo en torno a la política de Movimiento político de Trabajadores (MPT) y la impulso de bloques y alianzas que potencien nuestra política. Por último tratamos de mostrar cómo la crisis de “construcción partidaria” no es ni puede ser ajena a esta lógica general semiespontaneísta. Las dificultades en la captación de nuevos militantes y en general de todas las actividades de construcción partidarias son la consecuencia de estas concepciones que recorren la actividad y la práctica partidaria. A continuación tratamos de delimitar lo que es una política seria para desarrollar un trabajo partidario en el movimiento obrero y avanzar en la tarea estratégica de construir un partido revolucionario proletario, de una visión unilateral que comenzó a desarrollarse con la profundización del debate interno. Por último sintetizamos lo que proponemos como algunos puntos de orientación política nacional, tanto en relación al movimiento obrero, como al MPT, PRTU (Partido Revolucionario de Trabajadores Unificado) y otras. Durante más de un mes, en todos los organismos de la dirección partidaria, incluida una Comisión Especial a tal fin, tratamos de clarificar las posiciones, encontrar los puntos de acuerdo y las áreas de diferencias. En muchos puntos hemos encontrado acuerdos tanto políticos como tácticos. Pero en otras áreas nuestras divergencias se han mantenido o se han extendido a otros temas. El pluralismo en el partido y la formación de grupos y corrientes a su interior no sólo es sano, sino que son necesarias para la vida partidaria. Trotsky sostenía en “Tareas y métodos de la Oposición de Izquierda Internacional” que “Los reparos de orden práctico que se suelen oponer a la democracia -“pérdida de tiempo”- revelan un oportunismo miope. La educación y consolidación de los cuadros constituye una tarea de suma importancia. No debe ahorrarse tiempo ni esfuerzos para cumplirla. Además, la democracia partidaria, única garantía real contra las fricciones secundarias y las rupturas sin causa, en última instancia no aumenta los costos generales del desarrollo sino que los disminuye”. En consecuencia el debate político debe poder contribuir a confrontar posiciones, realizar síntesis superadoras allí donde sea posible y ejercer un sano contrapunto donde las diferencias se mantengan. Ello redundará, si el debate se conduce correctamente, en un indudable crecimiento partidario.

Jorge Sanmartino y Martín Ogando, Miembros de Comité Central.

PARTE 1: El CENTRISMO Y LA RECONSTRUCCIÓN DE LA CUARTA INTERNACIONAL

La tradición del trotskismo y nuestra ruptura con el MAS.

Nuestra ruptura con el MAS tuvo como uno de sus ejes centrales el internacionalismo proletario. Aún con todos nuestros límites tuvimos el mérito de orientarnos hacia los grandes acontecimientos mundiales que estaban preanunciando hechos históricos. En el mismo momento en que comenzaban los primeros escarceos del proceso de la revolución política en el este, la dirección nacional trotskista del MAS nos invitaba a que “no miremos para otro lado”, que la revolución ahora “nos toca a nosotros”. El internacionalismo militante es nuestro sello de origen y de ahí la importancia que los nuevos compañeros que han entrado al movimiento en el último período lo conozcan. En los comienzos de la década del ’90, mientras las masas tiraban abajo no sólo las estatuas de Stalin, sino también las de Lenin, muchos ex comunistas devenidos en nuevos “demócratas” comenzaron a afirmar que el stalinismo era la continuidad del bolchevismo, y que el trotskismo era una corriente similar al estalinismo y de ninguna manera su oposición, una vieja cantinela que el mismo Trotsky tuvo que combatir en su momento. En aquel entonces publicamos la investigación realizada por Pierre Broue en la que demuestra que el trotskismo no era en la URSS desde los años ’20 a fines de los ’30 una corriente aislada y sectaria, sino que fue el centro de la oposición a la burocracia y sus militantes los más perseguidos y asesinados. Los campos de concentración eran verdaderas universidades de ciencias sociales y políticas, “la única universidad independiente de la URSS” como decía Ciliga. Allí los diversos agrupamientos políticos de la prisión eran verdaderas “organizaciones con sus diarios manuscritos”. Sus debates eran de una altura digna de la genuina tradición de la III Internacional revolucionaria. Sólo la firmeza ideológica, la claridad teórica y la conciencia del deber revolucionario mantenía la moral revolucionaria de los prisioneros. Ciliga dio elementos estadísticos sobre la población de la “cárcel de aislamiento” Verkhneuralsk: 15% de obreros (...) una mayoría de jóvenes intelectuales judíos originarios sobre todo de Ucrania y Bielorrusia (47%), muchos Georgianos y Armenios (27%) entre los cuales una fuerte proporción de campesinos, 30% de rusos donde predominaban militares y Chequistas. La mayoría de la oposición y de sus cuadros de 1930 estaba formado por hombres y mujeres todavía jóvenes, la generación de 1917. Estos jóvenes -la flor y nata del partido bolchevique- se reencontraron luego de 1920 en las facultades obreras, las “Rabfaki”, y fueron los cuadros que nutrieron el grueso de la oposición de 1923. “Algunos de ellos estuvieron entre los más brillantes y mejores alumnos de este Instituto de profesores rojos cuyo objetivo era reunir a la elite de los jóvenes cuadros bolcheviques a fin de formarlos en todos los dominios de la investigación política y social”. Leopold Trepper, el brillante organizador de la Orquesta Roja, el servicio de espionaje soviético más importante asentado en Europa, encarcelado por los mismos estalinistas a su regreso a la URSS, sostuvo que “los trotskistas tienen el derecho de acusar a los que en otro tiempo bailaban al son de la comparsa. Que no olviden nunca que los trotskistas poseen en relación a nosotros la ventaja inmensa de tener un sistema político coherente susceptible de reemplazar al estalinismo, y a quienes aferrarse en la aflicción profunda de la Revolución Traicionada. Ellos no “confesaban”, por que sabían que sus confesiones no servirían ni al partido ni al socialismo”. Sólo cuando el estalinismo logró derrotar a la oposición, mediante una guerra civil al interior del estado y del partido, pudo asentarse y no dejar rastros del antiguo bolchevismo. Fue esta tradición, sobre la que descansaba el programa de la oposición la que permitió seguir la lucha contra el estalinismo y el imperialismo a lo largo y ancho del mundo, fundando la oposición en América, Europa y Asia. Y la que lo ayudó al viejo revolucionario Rakovsky, compañero de León Trotsky, enfermo cardíaco y sometido al frío polar a trabajar allí en condiciones infrahumanas y a enviar cartas a Trotsky y a su hijo León Sedov llenas de alegría y combatividad. Fue esa firmeza de convicciones la que forjó al movimiento y en la que dirigentes revolucionarios de todos los continentes dieron su vida a la causa. Así fue con Marcel Hic, secretario de la organización francesa y asesinado en el campo de concentración de Dora. Rudolf Klement, secretario de Trotsky asesinado poco antes del congreso de fundación de la Cuarta Internacional. Abraham León, asesinado en el campo de exterminio de Auschwitz en 1944, León Lesoil, fundador de la organización trotskista Belga y asesinado en el campo de concentración de Neuengamme. César Lora, Tha Tu Thao, León Sedov, Pedro Tresso, Edwin Wolf y tantos otros mártires del movimiento trotskista. En Vietnam la oposición de izquierda era verdaderamente popular. Junto con Ceilán y Bolivia, allí el trotskismo alcanzó influencia de masas. Tha Tu Thao era un líder popular, maestro de escuela. En París conoció a la oposición de izquierda y organizó un grupo trotskista de jóvenes estudiantes e intelectuales. De regreso fundó el grupo que llegaría a organizar sindicatos y dirigirlos, tuvo más influencia en el movimiento obrero que el PC oficial y alcanzó gran peso político cuando su candidatura electoral arrasó en Saigón. Esa campaña electoral le sirvió para tejer redes entre la población de la ciudad, los trabajadores del caucho y los campesinos. Trotsky dijo en su momento que “Su valiente política revolucionaria permitió a los proletarios de Saigón, miembros de la cuarta Internacional, obtener una brillante victoria sobre el bloque formado por el partido gobernante y los estalinistas en las elecciones realizadas en abril de ese año” (1939). Su corriente fue constantemente destruida y reconstruida, perseguida tanto por el colonialismo francés como el inglés y por las fuerzas del estalinismo. Thao fue asesinado en el ’44 en medio del levantamiento de masas por el Viet Min. Los trotskistas estuvieron incluso a la cabeza de la lucha antifascista y contra la guerra imperialista durante la segunda guerra mundial, hecho que pagaron valientemente con su vida. Lo mismo sucedió con dirigentes que se reclamaban trotskistas aunque no eran parte de la IV Internacional, como es el caso de Sneevliet y su organización holandesa el RSAP que tuvo un papel destacado en la huelga general de 1942 contra la deportación de los judíos, lo que lo llevó a ser ejecutado. Si debemos rescatar la tradición de nuestro movimiento no es para mantener su legado acríticamente, sino para buscar en la actuación de ellos en la lucha de clases pasada las experiencias que nos sirvan como instrumentos valiosos en la difícil tarea de construir un partido revolucionario en momentos en que no existe una internacional revolucionaria e incluso el movimiento obrero mundial se encuentra a la defensiva hace más de 25 años. La tradición sólo tiene sentido si se la recrea constantemente. Existe una dialéctica de tradición y renovación. Si se pierde uno de los dos podemos caer de un lado en el conservadurismo más agudo; si se piensa que todo es novedad y no se toma en cuenta las tradiciones revolucionarias, corremos el peligro de subirnos a cualquier moda pasajera que imponen los intelectuales de izquierda en un período aún no revolucionario. Una tradición automática y desprovista de espíritu crítico puede conducirnos a la parálisis ante los nuevos y cambiantes fenómenos de la lucha de clases mundial y nacional. Esto se lo tenemos que decir a los nuevos militantes trabajadores y estudiantes que ingresaron al partido en el último período. Es nuestra obligación educarlos, mostrarles y enseñarles la tradición partidaria y al mismo tiempo ayudar a que piensen con su propia cabeza. Trotsky decía al respecto que “la juventud no puede aceptar al marxismo por mandato; debe asimilarlo por sí misma, mediante un esfuerzo independiente del pensamiento. Precisamente por eso debe tener no sólo la oportunidad de educarse sino también la de equivocarse, para poderse elevar, a través de sus propios errores, a una concepción comunista”.

La ruptura con el trotskismo de Yalta y el morenismo

Tanto por el boom económico (desarrollo parcial de las fuerzas productivas) como por el dominio del estalinismo y las direcciones pequeño burguesas nacionalistas en la periferia, la unidad revolucionaria de las masas en las semicolonias y el movimiento obrero de los países centrales fue rota por décadas. De hecho primaron de un lado el tercermundismo populista y del otro el reformismo obrero. La gran mayoría de las corrientes trotskistas que dominaron el escenario en la posguerra cedieron a estas condiciones y no lograron constituirse en una alternativa siquiera propagandística y estructurar una estrategia independiente. El reverso de éstos fueron las decenas de corrientes trotskistas que para “no adaptarse” y “no degenerar” se volvieron sectas estériles. Pero no era inevitable la subordinación y la adaptación a aquellas direcciones. En la EI Nº 19 dijimos correctamente que las capitulaciones del trotskismo de posguerra no “estuvieron justificadas por las condiciones objetivas. Aunque está claro (...) que no sostenemos la tesis voluntarista y subjetivista de que las fuerzas dispersas y debilitadas de la cuarta Internacional después de Trotsky podían modificar sustancialmente el mapa mundial en el sistema de Yalta. Pero rechazamos todo razonamiento fatalista de las posibilidades del marxismo revolucionario aún en los años más adversos...”. En el mismo artículo se explica que la adaptación a las direcciones existentes tenía una base material, la que ya mencionamos, y teórico política, ellos “no lograron restablecer un nuevo marco estratégico” porque no pudieron explicar el mundo de Yalta, ni por lo tanto hacer “las readecuaciones programáticas” correspondientes. El problema no fue tanto “salir de la marginalidad” o por lo menos eso no explica la especificidad de la adaptación de los trotskistas de aquella época. De hecho hoy también los trotskistas pretenden salir de la marginalidad, pero se enfrentan a condiciones y desafíos completamente nuevos. Antes las adaptaciones surgían porque nunca se había visto a lo largo y ancho del mundo periférico revoluciones impresionantes como la China o la cubana sin partido proletario revolucionario y sin que sea la clase obrera la que se coloque al frente del proceso. Responder a esto entendiendo al mismo tiempo los efectos contradictorios que tendría históricamente, es más fácil verlo ahora, cuando se ve a la burocracia China amasando fortunas y restableciendo la propiedad privada. Ahora sucede algo parecido que tampoco deberíamos minimizar: el peso de la democracia burguesa como instrumento de dominación de clases, los efectos contradictorios de la caída del “socialismo real” y las derrotas de la clase trabajadora. Será más heroico adaptarse a los dirigentes de la revolución China que a la democracia burguesa decadente de hoy, pero no por eso menos “entendible” y de enormes consecuencias para el movimiento obrero. De hecho existieron partidos que lejos de ser marginales, poseían influencia de masas. Pero claudicaron al nacionalismo burgués, como el POR boliviano o el Lanka Sama Samaja Party de Ceilán. La composición social de sus militantes era esencialmente de obreros en las minas, las plantaciones y las fábricas. Dirigían sindicatos y estaban enraizados en el seno del movimiento obrero y popular. Pero su programa y su estrategia no respondían a las nuevas condiciones. Ellas fallaron ante el test decisivo de la lucha de clases que es cuando un partido se prueba verdaderamente.

La ruptura con el morenismo y su teoría semi etapista de la revolución democrática fue esencial para desplazarnos programática y estratégicamente hacia la izquierda. Por esa vía saldamos cuantas con la teoría de una “revolución cualquiera con una dirección cualquiera”, que embellecía al castrismo, al Titoísmo, al Maoísmo y desarmaba al trotskismo para ser un polo de atracción revolucionario con el auge de los años ’70, en los que la “nueva izquierda” surgida del ascenso estudiantil viró rápidamente hacia el guevarismo y las guerrillas latinoamericanas, de las que terminó participando el mismo mandelismo. Muchos trotskistas se negaron a definir a Cuba como estado obrero por dogmatismo. Algunos repitieron como una letanía que “la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de dirección” al pie de la letra. Hoy también tenemos que hacer un esfuerzo por no repetir al pie de la letra, sino captar del marxismo su contenido dialéctico revolucionario. Rescatar a Gramsci fue un paso en ese sentido.

Trotsky y el centrismo en los ‘30

Trotsky define como centrismo a una amplia gama de partidos. En un caso se refiere a partidos reformistas de masas que cambian su contenido cuando entran miles de obreros revolucionarios a él como fue el caso del Partido Socialista de Blum en Francia del ’36. En otras ocasiones se refiere a corrientes menores que eran independientes de la II y la III Internacionales y que oscilaban a izquierda y derecha. Eso es lo que ocurrió en los años ’30 frente a diversos partidos. Caracterizó sus limitaciones políticas y programáticas, marcando las debilidades y carencias de estas corrientes. Frente a la Conferencia de París de 14 corrientes diversas y heterogéneas que estaban por fuera de la II y la III Internacionales, la oposición ofreció al congreso su propio programa “con el objetivo de ayudar a la separación principista de los reformistas y los centristas y nuclear a las organizaciones revolucionarias homogéneas”. Lo que hizo Trotsky fue experimentar con corrientes que se orientaban a la izquierda. Trotsky mismo utilizó esa caracterización de”centrismo” para distinguir claramente el campo revolucionario de la confusión, el eclecticismo y las políticas vacilantes. Pero lo hizo justamente porque pretendía intervenir en la Conferencia, reunir al sector más de izquierda, incidir sobre aquellas organizaciones, incluso dando pasos lentos y cuidadosos. Sabía que la práctica política y el programa no podían ser homogéneos de la noche a la mañana. Lejos de denunciar a la Conferencia de París desde afuera participa de la misma, realiza el bloque de los cuatro con una declaración por una nueva internacional, dos de cuyos grupos (SAP y OSP) firmaron al mismo tiempo con el ala derecha de dicha conferencia ante la cual Trotsky responde que la oposición no se hace responsable por ellos sino sólo por lo que firma la oposición. En esa conferencia fue a pelear por su programa, sabía que su práctica militante (el programa aplicado en la práctica de la lucha de clases) era diferente a la del resto de las organizaciones, pero trataba de influenciarlas, de ganar sectores, de hacerlos girar a la izquierda. Le propuso la unidad de partido al SAP, con el que había profundas diferencias pero como creía que en ese momento podían evolucionar a su favor y un ala derecha del mismo influido por los estalinistas golpeaba del otro lado, se apresuró a plantear que no se podía dejar pasar el tiempo “si dejamos pasar unas semanas, la mecánica de la vida política -especialmente en el exilio- deteriorará la relación entre nuestras organizaciones, los conflictos se multiplicarán y por carecer de toda base principista podrán llegar a ser muy ponzoñosos”. Sostiene que con el SAP sólo se iban a poder poner de acuerdo en el programa y que no podían ponerse de acuerdo en todo, fundamentalmente porque la historia de las organizaciones y la manera de encarar los problemas era distinta. En Norteamérica en 1934 el La Liga Comunista de América, al fin de la oleada de huelgas realizaron el llamado al American Workers Party (AWP) que no era para nada una organización homogénea, pero que según Cannon “su carácter progresivo estaba determinado por dos factores, uno, a través de sus actividades en el movimiento de masas, en los sindicatos y en el campo de los desocupados, habían atraído algunos militantes obreros de base y cuadros que estaban en serio por pelear contra el capitalismo y, dos, la dirección general en la que se movía el AWP en ese momento era claramente de izquierda”. Cannon cuenta que presionado por la base Muste inicia conversaciones. Pero junto a Muste estaba gente como Salutzky y Budenz que eran hostiles a los trotskistas. En su interior “había todo tipo de especies políticas (...) desde proletarios revolucionarios hasta canallas reaccionarios y falsos”. Muste era un predicador y Cannon cree que esa era una traba casi completa para transformarse en un revolucionario, pero por sus cualidades y por su influencia prometía transformarse en una fuerza dirigente real en un nuevo partido. Trotsky y Cannon creían que en una de esas podía hacerse bolchevique. De los demás no guardaban esperanza alguna. En la carrera contra el reloj los trotskistas se lanzaron ofensivamente a la unidad. Cannon cuenta en su Historia del Trotskismo americano que “Al lado de Muste que era una figura por sí misma, al lado de Bundez, Salutzky, Lore, había otros en esa masa heterogénea llamada AWP: la gente de Toledo, los cuadros y militantes en el movimiento de desocupados y algunos cuadros y militantes de los sindicatos. En suma, para redondear la lista del AWP, había algunas chicas del IWCA (católicos, N de R), estudiosos de la Biblia, intelectuales varios, profesores universitarios y algunos no clasificados que sólo se han extraviado”. Pero la AWP era codiciada también por los estalinistas. “nuestra tarea política era no permitir que los estalinistas se tragaran este movimiento, y remover un obstáculo centrista de nuestro camino, haciendo una unificación con los activistas proletarios y la gente seria, aislando a los impostores y descartando a los elementos inasimilables”. Tuvieron entrevistas con Muste, pero también con distintos miembros del CC, aquellos dirigentes que pretendían la unidad, como Burham, para acorralar a los Salutzky. Con Muste no existía, igual que con el SAP, una “práctica común”, salvo el hecho de que los mustistas habían dirigido-desde el movimiento de desocupados- la huelga exitosa de Autolite en Toledo. Pero el PC dirigía muchas huelgas exitosas con ocupación de fábricas en Norteamérica en aquellos años. No era un test suficiente. En realidad la propuesta y la unidad efectiva con Muste fue más bien una apuesta. Tanto es así que luego se demostró cuán frágil era aquella convergencia. No sólo por los elementos bohemios que trajo consigo al Socialist Workers Party (SWP), sino por la evolución del mismo Muste, que poco después de romper con el Trotskismo volvió a la religión y declaró que “God is love and that love is the central thing in the universe". (Dios es amor y el amor es el centro del universo). Pero esto no niega el sentido positivo de la política unitaria de Trotsky y Cannon frente al AWP, removiendo un obstáculo centrista y ganando a los mejores elementos. Fue así como el bolchevismo ganó a los mejores elementos revolucionarios, uno de cuyos más destacados dirigentes fue el mismo Trotsky. Es difícil que encontremos corrientes centristas de izquierda con prácticas comunes a las nuestras. En realidad se trata de influir sobre aquellos grupos que incluso durante breves coyunturas (semanas para Trotsky) se orientan hacia la izquierda o tengas contradicciones o alas de izquierda al interior de sus organizaciones sobre las cuales influir. Si esas corrientes son o no “centristas de izquierda progresivas” sólo puede saberse después de ver su evolución, no antes. Y luego incluso, de influir activamente sobre ellas. Una corriente que gira a la izquierda puede detener su evolución, desviarse o avanzar ante los golpes de la lucha de clases y de los partidos revolucionarios. La caracterización de centrismo le sirvió a Trotsky para ser implacable con sus críticas pero también para unificar partidos, realizar bloques progresivos y de esta manera “remover un obstáculo centrista”. Para Trotsky no se trataba de poner los principios y la pureza ideológica como una barrera contra los movimientos tácticos que conducían a la existencia de un partido real.

El centrismo por definición no puede ser petrificado

Trotsky no entendía la categoría de “centrismo” como una categoría sociológica abstracta, donde se encasillan las corrientes y permanecen allí como si se las archivara y clasificara, sino que la comprendía para ver los movimientos vivos de las corrientes, de la influencia corruptora o regeneradora que ejercían los acontecimientos sobre ellas, para entender que un giro a la izquierda por más furtivo que sea servía para “golpear sobre hierro caliente” y que todo esto debía ser encarado mediante una clara definición política y programática sobre los objetivos estratégicos. Siempre le hemos reprochado a la LRCI (hoy LFI, Leage for Fifth Intenacional) esa caracterización estancada del centrismo, pero tal vez nosotros aunque nos neguemos a definirlo así podemos estar pensando con esa misma lógica teórica y política. En el Manifiesto Programático redactado en 1998 polemizando con la LRCI sobre las definiciones osificadas de centrismo y tomando el ejemplo de los acontecimientos del ’68 en adelante sosteníamos que “Si bien los ya casi veinte años de adaptación centrista que llevaban los principales dirigentes del "trotskismo de Yalta" hacía altamente improbable la evolución revolucionaria de alguno de ellos, creemos un error las definiciones que, resultados a la vista, niegan que esos años fueron una nueva "prueba de fuego" para todas las corrientes que hablaban en nombre del trotskismo. Que finalmente la prueba haya dado "negativo" no implica que debamos considerar pedantemente que en las claudicaciones del 1953 se encontraban ya presentes las de estos años, como a nuestro juicio lo hace la definición de "centrismo petrificado" formulada por los compañeros de la LRCI. Existió la posibilidad de que la combinación de la influencia de la entrada de miles de obreros y jóvenes radicalizados en sus filas junto con la vigencia del programa hubieran llevado a dar pasos importantes en la regeneración revolucionaria del trotskismo y, por esa vía, a su transformación en una verdadera alternativa revolucionaria para la vanguardia. Pero, como dijimos, no fue este el caso. Más aún, las conclusiones totalmente revisionistas sacadas sobre este período empujaron a las corrientes del centrismo "trotskista" a una política aún más oportunista durante los años ‘80s”. También nosotros nacimos como una corriente centrista que se orientaba empíricamente hacia la izquierda. En ese momento se consolidaba el clima reaccionario impuesto por el reaganismo y el tatcherismo, en Latinoamérica se profundizaba la política de reacción democrática, etc. Y sin embargo nosotros rompimos con el MAS por izquierda y avanzamos a lo largo de los años y en base a la teoría y la estrategia y no a la lucha de clases práctica de la cual casi no participamos durante años, hacia posiciones revolucionarias, aferrándonos a la idea de que por el este podía abrirse una nueva situación mundial favorable. Excepto que dejemos de lado el materialismo tenemos que poder explicarnos a nosotros mismos nadando en un mar embravecido y contra la corriente. Surgimos porque el movimiento trotskista es justamente centrista, porque mantiene muy débilmente, como dijimos siempre, algunos pocos hilos de continuidad. ¿Es imposible que surjan como decíamos en una época “astillas” de las viejas organizaciones, o un giro de alguna de éstas que elaboren balances teóricos y políticos que faciliten un giro a la izquierda? El surgimiento del PTS ¿es un hecho único e irrepetible? Nos parece que ni los centristas son tan cristalizados, ni nosotros tenemos el sello revolucionario asegurado de antemano. Lo cual no quita ninguno de los méritos nuestros ni los deméritos de ellos. Simplemente deberíamos tener una visión sensata de ellos y de nosotros mismos en esta época, todavía tan poco revolucionaria desde el punto de vista de los factores subjetivos, que nos toca vivir. Nosotros ¿seríamos más puramente revolucionarios que Rosa Luxemburgo, quien en la cuestión de partido o en el tema de las nacionalidades sostenía posiciones que podríamos definir como centristas? Al respecto Trotsky opinaba que “ciertos errores políticos de Rosa Luxemburg pueden ser calificados con cierta certidumbre teórica como centrismo de izquierda. Se puede ir más lejos y afirmar que la mayoría de las divergencias de Rosa Luxemburg con Lenin se debía a una desviación centrista más o menos importante”. Está bien enumerar los triunfos y las pequeñas pruebas que hemos pasado y que nos fortalecen y nos dan orgullo, pero es nuestro deber medirnos con la realidad y estar siempre alertas y vigilantes ante nuestros propios errores y debilidades. Uno de nuestros mayores méritos en el pasado para no desbarrancarnos fue no perder el sentido de las proporciones sobre la realidad y sobre nosotros mismos.

El movimiento trotskista hoy

La cuestión de las corrientes que se reclaman trotskistas hoy es compleja. En primer lugar tenemos que decir que no pueden compararse a las formaciones relativamente jóvenes que en los ’30 surgieron de la crisis de la socialdemocracia y el PC. Muchas de estas corrientes llevan decenas de años como grupos independientes. Nosotros desde el inicio hemos planteado una delimitación tajante de todas y cada una de ellas. También es verdad que luego del ’89, la debacle de la ex URSS y los años ’90 marcados por el conservadurismo, el péndulo de la situación mundial está corriéndose lentamente, por lo menos en lo que hace a las masas que rechazan la política imperialista, que dieron origen al movimiento anticapitalista y a las movilizaciones anteguerra más importantes de la historia. Esto, como sabemos es contradictorio con el retraso en la situación de la clase trabajadora. Pero también aquí hay signos de reanimamiento. Si una combinación de crisis y empantanamiento del imperialismo en Irak se profundizara, los elementos de guerra de liberación nacional de la resistencia irakí persistieran, las divergencias interimperialistas se mantuvieran o incluso se profundizaran, todo esto crearía un caldo de cultivo para la emergencia de un movimiento de masas y facilitaría la aparición de la clase trabajadora. Si el movimiento obrero en el próximo período, y a eso apostamos los revolucionarios, comenzara a hacerse presente generalizando las luchas hoy parciales que está dando en Europa contra el recorte a la jubilación y a las prestaciones social, las huelgas salvajes en Italia, la participación de los mineros en el octubre boliviano, es posible que grandes corrientes de masas, en primer lugar del movimiento anticapitalista y pacifista, pero también quizá en la clase trabajadora de Italia o algún otro país, giraran hacia la izquierda. No podríamos descartar en esas condiciones la evolución de diversas corrientes del centrismo o de sectores de ellas hacia la izquierda. Estas tendencias a la izquierda de las masas ya han comenzado, aunque por ahora su evolución sea lenta. Es justamente esta recomposición en la subjetividad la que aceleró un giro a la derecha de corrientes como la LCR francesa y el SWP inglés. La nueva situación lleva a muchos trotskistas a la derecha, pero eso es consecuencia que hay muchos miles de jóvenes y militantes en el mundo que están dispuestos a debatir los términos en los que se puede dar pasos hacia una nueva internacional y nuevas organizaciones socialistas revolucionarias en los distintos países. Este giro a la derecha crea reacciones hacia la izquierda incluso dentro de la LCR, como es el caso mismo de Eloísa Helena en Brasil (obligada por la expulsión del PT pero que expresa un descontento de sectores de masas y de vanguardia) y de la corriente encabezada por Charles André Udry de Suiza y Herrera de Uruguay que rechazan la política ministerialista de Democracia Socialista (DS) de Brasil. Tenemos que esperar más movimiento aún en el campo de lo que denominamos “alas centro”. El proceso de nuevas vanguardias en el mundo, lejos de superar el planteo de la reconstrucción de la IV internacional, lo coloca a la luz pública de ellas. Este planteo debería estar presente si pretendemos que sea de carácter popular y no de grupos de revolucionarios que permanezcan aislados de lo más avanzado de las luchas actuales.

La FT debe tener una política

La FT debe discutir y votar una política más activa de la que ha tenido hasta el momento. Quizá en el período anterior no era crucial, pero se está volviendo más y más apremiante. Sobre la base de una caracterización precisa la Conferencia de la FT debe adoptar una política ofensiva sobre las alas centros, cosa en la que estamos absolutamente atrasados. De hecho hemos actuado de contragolpe con la carta hacia el MRCI (Movimiento por la refundación de la IV Intenacional), en el que PO viene insistiendo hace años. La carta de Albamonte casi no plantea ninguna política hacia las alas centros, que no sea una delimitación general. Por supuesto deberá ser debatido en la misma conferencia de la FT. En el último Comité Ejecutivo argentino se propuso un llamamiento a todas éstas alas centro a pronunciarse contra la participación de DS y Miguel Rosseto en el gabinete de Lula. Aunque estamos de acuerdo en la denuncia nuestra política hacia las alas centro debe partir no de un repudio, sino de una política objetiva frente a la situación mundial y en particular la guerra de Irak. En ese marco puede explicitarse el rechazo la DS de Brasil y al SU por no romper con dicha organización. De hecho el carácter unitario de la carta al MRCI, despojada de una delimitación a priori para que sirva pedagógicamente para desenmascarar la autoproclamación sectaria del PO, fue producto de un arduo debate en el CC del PTS, aunque finalmente fue aprobada por unanimidad. Pero más allá de la carta al MRCI nuestra política aún no es ofensiva. La invitación a las demás corrientes trotskistas como el PSTU (corriente brasilera adherida internacionalmente a la LIT fundada por el dirigente argentino Nahuel Moreno) o el MAS no se habían realizado hasta una semana antes de la Conferencia. Hacia la base del PO la carta no la hemos trabajado. Volvemos a insistir que una política adecuada parte del consejo de Trotsky de mantener la intransigencia ideológica y la flexibilidad táctica. Para ello propusimos la más clara delimitación programática, ideológica y política en las páginas del La Verdad Obrera (LVO) y de los periódicos de todos los grupos de la FT, así como de la revista EI. Y al mismo tiempo una política flexible y audaz. La política hacia el MRCI debería generalizarse hacia todas las alas centro, haciendo un llamado a una Conferencia abierta por la reconstrucción de la cuarta internacional, no sólo para seguir dialogando con el MRCI sobre la base del llamado a que dejen su autoproclamación de lado, sino también a otros grupos como la LIT, el MAS y decenas de grupos menores. El pantano de la guerra imperialista en Irak y la resistencia irakí están golpeando de lleno en la política norteamericana, cruzada por las elecciones nacionales y donde la candidatura de Bush, asegurada meses antes hoy está en grave peligro. Las potencias europeas que habían comprometido algún tipo de participación en los contingentes de la ONU en Irak se han llamado a silencio. Los gobiernos conservadores que son parte de la coalición atraviesan severas crisis políticas y repudios de sus poblaciones, como sucede en Italia, Inglaterra, Japón o Australia. Si la resistencia irakí se mantiene a pesar de las negociaciones que se vienen manteniendo entre la ocupación y las fuerzas islamistas, este movimiento puede repercutir en el mundo árabe, en primer lugar en los territorios palestinos. La repercusión en la opinión pública mundial y en particular en el movimiento pacifista será indiscutible. Lo que se demostró en completa bancarrota es la política pacifista y pro ONU de gran parte de la izquierda mundial, incluida no sólo las alas de izquierda de la socialdemocracia como ATTAC y gran parte de los participantes al Foro Social Mundial, o también de la dirección de Refundaciones Comunista, sino los planteos pacifistas del Secretariado Unificado (SU). Está a la orden del día levantar una política proletaria revolucionaria para transformar la resistencia a la ocupación imperialista en revolución social, y transformar la lucha pacifista de las masas en lucha de clases contra los propios gobiernos imperialistas en occidente. Un llamado en este sentido, con un programa antiimperialista y anticapitalista puede ser el eje ordenador de la convocatoria a las alas centro a una “Conferencia abierta contra la ocupación imperialista y por la reconstrucción de la cuarta internacional” o una formulación parecida. Todo paso en ese sentido como declaraciones comunes, conferencias contra la guerra imperialista con el programa antes mencionado, o acciones en común en cada uno de los países, debemos verlos como pasos progresivos en este sentido y alimentar la exigencia de ir más allá en la política para lograr una Conferencia Abierta para discutir la reconstrucción de la IV Internacional. Al PO hay que seguir llamándolo a dejar de lado todo sectarismo y auto proclamación para trabajar juntos por una conferencia de éstas características. Lo mismo hacia el PSTU que ahora se vio obligado a girar a la izquierda y criticar a la EDS (disidentes del PT) por no plantear la independencia de clase, a formular juntos esta política. O al MAS que formula un programa parecido ante la política nacional en Argentina, pero plantea un llamamiento más allá de la IV internacional, liquidando por anticipado el planteo de reconstrucción de la IV cuando aún no hay fenómenos concretos con los cuales formar una “internacional revolucionaria”. Esta política, a lo largo de los meses siguientes, puede servirnos en el peor de los casos para debatir y formar cuadros trotskistas participando activamente en el debate sobre la reorganización de la izquierda en Brasil, México, Argentina, Europa, etc. Es necesario clarificar nuestra política hacia la Izquierda Democrática en Brasil, la Alianza Socialista en México y analizar el mapa político en otros países. Al mismo tiempo la conferencia de la FT debe tomar cuenta del momento por el que está atravesando el movimiento anticapitalista, el fenómeno más dinámico desde hace tiempo en el campo popular. En España volvió a resurgir con fuerza a propósito del atentado terrorista, y fue un elemento no menor en la caída electoral del PP. El movimiento anticapitalista, por otra parte, no marcha por un andarivel distinto que el del movimiento trotskista. Este último ha sabido penetrar en este proceso e incluso ponerse a la cabeza de las manifestaciones anteguerra, como el SWP británico en la coalición Stop the War que movilizó a más de un millón de personas. En la EI Nº 20 Lucas Pizzutti (LP) y Jean Baptiste (JB) decían que “una nueva generación que comenzó a expresarse en el movimiento antiglobal, que denuncia en forma genérica los males del capitalismo, conformaba una nueva militancia que se agrupa en organizaciones autonomistas, en las que se reivindican del trotskismo o también en Refundazione Comunista, que también agrupa en su seno a varias alas que se reclaman trotskistas. Estos últimos gozaban de la autoridad moral que les daba no haber sido partícipes de las recientes guerras imperialistas y de haberlas denunciado. Esta combinación de hechos dio a la izquierda radical la oportunidad más importante para hacer oír su voz en décadas”. En Italia, el país con mayor crisis política de Europa y una difícil situación económica, presenció la huelga de la Fiat y los trabajadores se han constituido a la par del movimiento anticapitalista en el principal pilar de la oposición al gobierno de Berlusconi. Todos estos sectores desarrollaron importantes luchas y movilizaciones, desde Génova hasta la Huelga General contra la derogación del artículo 18 y la reciente huelga de cuatro horas con movilizaciones en las principales ciudades del país contra los recortes a las pensiones. Si Berlusconi se vio imposibilitado de sumarse a la cruzada bushista se debió en primer lugar a las movilizaciones masivas contra la guerra imperialista. LP y JB definen en estos términos la relación entre la clase trabajadora y el movimiento juvenil anticapitalista: “Los trabajadores y la vanguardia juvenil que se desarrolló al calor del movimiento antiglobal son la avanzada del movimiento obrero del continente”. Si existe un punto clave en el que este movimiento se reveló como sumamente progresivo es que despertó a la vida política a una nueva generación de jóvenes (en EEUU la gran mayoría no llega a los 18 años) que a su vez con su arrojo, sus acciones, sus consignas logró penetrar en el imaginario de sectores de la clase trabajadora de que es posible cuestionar al capitalismo, enfrentarlo, y que estas acciones pueden ser llevadas a cabo a lo largo y ancho del mundo coordinadamente. En América Latina este movimiento parece golpear con más fuerza en Brasil y quizá en México que en Argentina y otros países y de conjunto no tiene la fuerza que posee en los países centrales. Pero como fenómeno internacional es un hecho político que se transformó en punto de referencia para la juventud latinoamericana de la cual no deja de sentirse parte. En nuestro continente si bien no existe de la forma particular en la que toma forma el movimiento en Europa, EEUU, Canadá o Australia, sin embargo este fenómeno se expresa en el rechazo masivo al ALCA, en el desprestigio del neoliberalismo, en los movimientos sociales, agrarios, populares y estudiantiles, como lo vimos en el despertar de la juventud en Argentina en el 2001 y su participación en la batalla de plaza de mayo pero también nutriendo los movimientos de desocupados, feministas y artistas, en el octubre boliviano, en las marchas contra la guerra que reunieron no a millones pero sí a decenas de miles de jóvenes. Pero su expresión más clara no ha sido por ahora como manifestación masiva en las calles, sino como fenómeno ideológico, tal como lo vimos con la llegada de Fidel a la Argentina que reunió en la explanada de la Facultad de Derecho a decenas de miles de jóvenes, el rechazo a las políticas imperialistas en el continente y en el repudio masivo a la guerra en Irak. Jugarnos a capitalizar su ala izquierda implica un desafío político enorme y sería una gran oportunidad para dialogar con decenas de corrientes políticas juveniles que hoy, tal como se está dando la guerra en Irak pueden evolucionar rápidamente a la izquierda. No por casualidad hemos polemizado con corrientes como Lutte Ouvriere (LO) de Francia que se han revelado completamente sectarias y abstencionistas respecto de este fenómeno, al que miran con desprecio desde un punto de vista estrechamente obrerista y sindicalista. A pesar de que esta corriente le hace algunas críticas correctas a la ideología imperante en el movimiento, cae en el error de no distinguir entre la dirección y la base, que de a cientos de miles nutre las marchas y se identifica con el movimiento. Sólo como parte de este movimiento, alentando su desarrollo, pueden los marxistas revolucionarios dar un combate por las ideas de la revolución proletaria. Sólo como parte del movimiento se puede combatir para unir lo más estrecha y firmemente posible las acciones juveniles a las luchas y la organización proletaria. Hasta ahora el movimiento fracasó en movilizar a la clase trabajadora y posiblemente pocas organizaciones se lo hayan propuesto. Pero justamente se trata de que los socialistas revolucionarios logren la mayor hegemonía posible dentro de él, porque esto contribuirá a movilizar las fuerzas de la clase trabajadora que es la única que puede confrontar desde la raíz con el capitalismo. La intervención en este movimiento empieza con una delimitación estratégica frente a las diversas corrientes que participan en su interior. Existen sectores reformistas, pero también a la izquierda del reformismo y también centristas. Ideológicamente hay autonomistas, anarquistas, trotskistas, aquellos que como Michael Lowy creen que habría que “fundar la V Internacional” liquidando la separación estratégica entre reformistas y revolucionarios, etc. Con todos ellos debemos debatir, al mismo tiempo que se debe aprovechar el más mínimo campo que se nos presente para intervenir políticamente en el mismo. Por las características esencialmente juveniles del movimiento y por el hecho de que tenemos en nuestros grupos un componente juvenil, queremos proponer que retomemos nuestra política de impulsar una Conferencia juvenil anticapitalista latinoamericana para poder establecer lazos con diversos sectores juveniles del continente, tener una política ofensiva hacia el mismo centro trotskista como el PO, MAS, PSTU, etc. para impulsarlo juntos, expandir la capacidad de relacionarnos con militantes socialistas de otros países y movimientos sociales pro obreros como USAS (United Students Againt the Sweepshops) de EEUU, y colocar a nuestras juventudes a la vanguardia del internacionalismo militante. Una campaña antiimperialista y anticapitalista coordinada desde nuestras juventudes puede agrupar a decenas de nuevos jóvenes obreros y estudiantes, establecer una política ofensiva sobre agrupaciones de izquierda y centros de estudiantes y movimientos sociales de la juventud, y fortalecer política e ideológicamente, mediante instrumentos de publicismo adecuados, a una nueva camada de jóvenes trotskistas. En resumen proponemos a la conferencia de la FT adoptar estas dos políticas de forma ofensiva y multiplicando la débil iniciativa que hemos tenido en relación al MRCI: la Conferencia Abierta contra la ocupación imperialista en Irak y la reconstrucción de la Cuarta internacional y por otra parte un trabajo común de nuestras juventudes para impulsar en frente único con otras organizaciones una Conferencia Juvenil anticapitalista Latinoamericana.

PARTE 2: LUCHA DE CLASES, POLÍTICA Y PARTIDO

Estrategia soviética y partido revolucionario

Nosotros supimos hablar el lenguaje de la revolución y pensarla en los peores momentos reaccionarios de los años ’90, cuando no existía en el horizonte de las masas y de la izquierda. En la circular 143 que presentamos para la conferencia partidaria comenzamos abordando la relación entre nuestra apuesta al impulso de masas hacia la autoorganización y la acción directa de un lado, y la construcción de partido por el otro. Allí sosteníamos que uno de nuestros mayores logros fue el de haber rescatado una estrategia basada en el desarrollo de la autoactividad de las masas y la autoorganización democrática, lo que denominamos una estrategia soviética. Esta adquisición teórica nos reubicaba frente a los aparatos burocráticos y las corrientes de la izquierda reformista y centrista porque nos reorientaba en el sentido de la lucha de clases revolucionaria, pensando los escenarios de la futura revolución, y no los del crecimiento evolutivo de los aparatos, los cargos electorales y los puestos sindicales, conquistas que muchas veces vuelven conservadores a los aparatos políticos y los llevan a definir su orientación en la lucha de clases no de acuerdo a los intereses de las masas, sino de la preservación de sus instituciones. Esta adquisición logramos hacerla rescatando al Lenin del ’17, que había superado el texto primitivo del ¿Qué Hacer? de 1902, donde se subestimaba la capacidad intrínseca de la clase trabajadora de adquirir una conciencia de clase más allá de una conciencia sindicalista, “tradeunionista”. Ahora la apuesta por la espontaneidad de las masas, por las luchas revolucionarias que nacen desde abajo, que son capaces de crear órganos de doble poder como los soviet, ponía en primer lugar la auto actividad de las masas por sobre y en ocasiones contra las direcciones políticas, que en los momentos decisivos se colocan casi invariablemente a la derecha de la situación. Esto lo percibió y lo describió con más fuerza que nadie Rosa Luxemburgo, para quien en el momento de las huelgas de masas y en los acontecimientos decisivos el ímpetu revolucionario hacía vacilar a las direcciones políticas, las ponía en posición de retaguardia y las transformaba en un peso conservador. Es evidente que Rosa estaba impactada por el esclerosamiento de la Socialdemocracia alemana que se reveló como arma directamente contrarrevolucionaria con el estallido de la primera guerra mundial. Por eso tuvo el mérito de ser la primera y la más resuelta luchadora contra la dirección del partido socialdemócrata. Pero también sabemos que esta denuncia del conservadurismo la inhibió al mismo tiempo para pensar una nueva dialéctica entre espontaneidad de masas y dirección política. Por eso rechazó la organización leninista hasta el final. De hecho Rosa creía que el partido debía jugar el papel de fecundar al movimiento de masas, dotarlo de un programa y conciencia, pero se negaba a considerarlo como el agente esencial del cambio, sin el cual no había insurrección como arte y revolución triunfante. En este punto se perdió la dialéctica entre las masas, los soviets y el partido. Si hoy en día la teoría leninista de partido tiene una base sólida a pesar de las diferencias esenciales entre la sociedad rusa de principio del siglo XIX (autocracia, debilidad de la “sociedad civil” y de la burguesía, etc.) y la actual, se debe en primer lugar al proceso de progresiva concentración del poder político y del aparato de estado. Esto implica bajo la democracia burguesa no un aparato vertical de mando dictatorial, sino la ramificación del estado político en todos los órdenes de la vida. De un lado privatización, desregulación y mercantilización de la vida social para asegurar un ciclo renovado de acumulación de capital. Del otro concentración de las decisiones políticas y del poder. Donde los autonomistas ven un debilitamiento de los lazos de sujeción política, los marxistas vemos una dialéctica entre la expansión económica global y el reforzamiento político del poder estatal. Si es real que el poder tiene “centros”, “territorios” y “jerarquías”, la respuesta del movimiento obrero no puede ser otra que política. A la concentración política del poder centralizado de la clase dominante, la clase trabajadora no puede oponerle más que una fenomenal concentración de la política revolucionaria. En esto también radica la actualidad de la teoría de partido de Lenin. Y en ese sentido la “exterioridad” de la conciencia política de clase respecto a la clase obrera en si está basada en la misma característica de no correspondencia directa entre esfera de la lucha política con las relaciones obrero - patronales y la lucha sindical por el reparto del excedente social. Es imprescindible hoy volver sobre todo esto y enriquecerlo, porque paradójicamente al tiempo en que la concentración de la política se hace más patente, la dominación se ejerce por medios más sutiles, la clase dominante aprendió a dominar la situación mediante el sufragio universal, se hace más versátil en la utilización de diversos regímenes políticos, recambios institucionales, y mil formas de poder estatal en momentos de crisis capitalista cronificada, al mismo tiempo insistimos, se ha elevado a la cumbre de la opinión pública de la izquierda y la vanguardia anticapitalista el rechazo antipolítico a la idea misma de la lucha política por el poder, de la revolución y del papel del partido revolucionario. Desde finales de la década del ’90, ciertas luchas en el mundo, el movimiento anticapitalista, los sucesos de Argentina, las rebeliones en Ecuador, Bolivia, etc. dieron un nuevo impulso a este debate, porque hoy la inmensa mayoría de las corrientes que participan en estos movimientos son o reformistas-populistas o espontaneístas y autonomistas. A decir verdad, aunque aún no haya luchas radicalizadas en el mundo se recupera con más velocidad la idea del rechazo al capitalismo y sus gobiernos ejecutores que la idea de una confrontación real, política, por el poder. La situación defensiva en la que se encuentra la clase trabajadora a nivel mundial a pesar de los cambios de los últimos años, la débil o escasa recomposición de la subjetividad proletaria, fortalece al mismo tiempo esa idea de “cambiar el mundo sin tomar el poder” y en consecuencia la viabilidad de los “movimientos sociales” al que se los confronta con los partidos revolucionarios. A su vez, la crisis de hegemonía del imperialismo norteamericano, el predominio de las formas coercitivas de dominación, y las disputas interimperialistas, cuestionan esta idea ante las amplias masas, ya que reflejan claramente que existe un Estado, al cual hay que enfrentar para “cambiar el mundo”. La ideología autonomista coloca trabas adicionales a la relación de los sectores más avanzados del movimiento obrero y popular con la idea de partido. En Argentina lo pudimos vivir de cerca. En el momento álgido de la situación abierta por las jornadas de diciembre se extendió la idea de un movimiento popular semi espontáneo, autónomo, al margen del capitalismo existente, que se negó a confrontar con el poder político. En ese sentido hemos estado sometidos a una presión antipartidaria y antipolítica proveniente de las corrientes reales de los sectores más avanzados del movimiento de masas.

En resumen, el movimiento espontáneo resurgió luego de mucho tiempo a nivel nacional e internacional. Aún con sus limitaciones (ausencia del movimiento obrero, poca radicalización) este proceso muestra el elemento más progresivo del debilitamiento de los aparatos burocráticos y la caída del estalinismo. Y se expresó en nuestro país en múltiples fenómenos populares desde las jornadas de diciembre. Pero al haber primado la ideología de los movimientos sociales y antipartido, se abandonó la acción política como estrategia de poder y se facilitó el recambio institucional orquestado desde las cumbres. Hemos confrontado esto a lo largo los últimos dos años con el Zamorismo, la Aníbal Verón y demás movimientos autonomistas, y dicho sea de paso, hoy esta última organización ejerce un apenas velado apoyo al presidente. Pero muñidos de una concepción que restauraba la espontaneidad y la radicalidad de las acciones de masas, que volvía a poner en su lugar la constitución de soviet y organismos de autoorganización frente a décadas de dominio de los grandes aparatos, nos deslizamos hacia el otro costado, el del espontaneísmo luxemburguista. Quizá esta corrección debía ser inevitablemente unilateral, aunque a costa de disminuir el papel de la construcción partidaria como instrumento único e insustituible para elevar esa lucha de clases elemental al plano de la lucha política revolucionaria y en última instancia al triunfo de la revolución. Porque aunque la clase trabajadora sea capaz de elevarse muy por encima del sindicalismo, y lo demostró a lo largo de todo el siglo XX, -no sólo en la experiencia del soviet de 1905 o 1917, sino en la experiencia de los consejos de Turín en Italia entre 1920 y 1922, el consejismo Alemán del 1919 al 1922, o las experiencias de los años ’70 en los que se expandió la exigencia del control obrero en el seno de las grandes empresas industriales o los embriones soviéticos en distintos países (Portugal, Chile, etc.)-, ninguna de estas experiencias de autoorganización puede reemplazar el papel centralizador de la experiencia histórica, el programa y la teoría marxista, de la que sólo pueden ser portadores los partidos revolucionarios. A pesar de lo que digan todas las corrientes autonomistas, semi espontaneístas o que reivindican al “operaísmo” de los años ’70, salvo donde existió un sólido partido revolucionario, éstas experiencias terminaron en fracaso. En última instancia si algo caracterizó al pensamiento de Lenin y conserva hoy toda su vigencia es la distinción entre la clase trabajadora (con toda la energía y creatividad de la que es capaz) y el partido revolucionario. Una distinción que implica también una separación -siempre relativa- entre el campo específicamente político y el campo social, incluida la lucha de clases que surge a consecuencia de la disputa espontánea por el reparto de la plusvalía. De alguna manera el programa de transición está llamado a establecer un puente programático entre las aspiraciones sociales y las luchas políticas más elevadas, pero al hacerlo pone sobre el tapete el hecho de que en su estado “natural” se encuentran separadas. Un “puente programático” implica una esfera específica de acción política desde la que se tiende ese puente, el programa, la tradición, la historia revolucionaria, materializadas en partido. No es casualidad la insistencia del programa de transición en la delimitación más clara de todas las corrientes reformistas y centristas y en la necesidad de formar partidos. De hecho con todas las críticas que podamos hacerle, Bensaid tiene razón cuando sostiene que las relaciones sociales de fuerza no tienen una traducción automática en el terreno político. De hecho este terreno tiene su independencia relativa y es un campo específico. Grandes acciones de lucha, movimientos sindicales combativos y todo tipo de movimientos de base pueden, en el plano político, ser dispersados y difuminados o bien absorbidos y canalizados de un lado por la represión y por el otro por la captación política. Las grandes ocupaciones de fábrica y huelgas de cientos de miles que recorrieron EEUU desde el ‘36 hasta por lo menos el ‘38 o ‘39, fueron canalizados hacia el apoyo al partido demócrata. Las formidables ocupaciones de fábrica del ’36 en Francia fortalecieron a los partidos del Frente Popular y no alcanzaron para construir partidos sólidos que pudieran competir con ellos. Este sólo ejemplo vale para mostrar que grandes gestas de la lucha de clases no se corresponden espontánea o automáticamente en el plano de la acción política conciente, y que su traducción en el terreno de la política proletaria requiere de la intervención de los revolucionarios en dicha esfera de una manera específica, no sólo para potenciar el movimiento de la lucha de clases, sino para elevarla a conciencia política y expresarla materialmente como proyecto político anticapitalista y revolucionario. Un auge de luchas proletarias en nuestro país, el aumento de la combatividad de los trabajadores tanto en sus métodos como en sus reivindicaciones, incluso profundos procesos antiburocráticos en algunos gremios, todos estos procesos serán disputados con uñas y dientes por las diversas corrientes reformistas, populistas y centristas que se volcarán a las luchas, ganarán dirigentes obreros, se pintarán de ultra combativos y ultra revolucionarios, propondrán medidas que superficialmente puedan parecer ultrarrojas... para hacer más fuerte y creíble su política frentepopulista, de colaboración de clases y de adaptación a la clase capitalista. Todo esto parece el ABC del marxismo, pero no lo es cuando la idea de partido y la idea de hacer política están asociados por las masas y en primer lugar por la opinión pública pequeño burguesa, con la idea de tranza, aparatismo o politiquería. No por casualidad muchos activistas hablan “contra los partidos” o denuncia que la izquierda “viene a hacer política”. Y no es fácil sobreponerse a esa presión cuando del otro lado corrientes como el PO o el MST son los campeones olímpicos en la rosca, el aparatismo y vienen a confirmar los prejuicios y el atraso en la conciencia de las masas e incluso de sus sectores avanzados. El equivalente simétrico pero opuesto al espontaneísmo de la lucha de clases es la teoría de la contingencia política, como campos de acción sin una referencia estructural a las relaciones de clase -Laclau, Buttler-. Así la política pierde su carácter de clase para transformarse en coaliciones volátiles que representarían intereses heterogéneos y cambiantes. A este festival del arco iris político, se ha subido por su estribo izquierdo corrientes como la LCR francesa, que busca “sujetos políticos” donde está cada vez más perdida la referencia y el carácter de clase de lo que se pretende construir. Su apuesta a coaliciones “anticapitalistas”, “pluralistas” o “democráticas” se oponen cada vez más al carácter de clase independiente que debe tener toda coalición o proyecto político que se reivindique revolucionario.

Nuestros rasgos espontaneístas y activistas

En nuestro caso habría que indagar en qué medida una tendencia espontaneísta y sovietista afecta al objetivo de establecer una correcta relación entre espontaneidad, soviet y partido, sobre todo en nuestra propia práctica militante, y en qué medida no somos el espejo invertido de la politiquería: un espontaneísmo sovietista en el que la construcción política como campo específico se pierde en el movimiento perpetuo de la lucha del movimiento social. Nuestra política en Zanon contribuyó aunque sea en una pequeña escala a la recomposición de la subjetividad proletaria, en relación a los métodos de lucha, el control obrero, la desconfianza de las instituciones burguesas, e incluso al frente único de lucha. En ese sentido somos un trotskismo que apuesta a llevar la lucha más allá de los límites sindicales o de los métodos convencionales. Pero verdaderamente nos ha costado traducir esas conquistas en alternativas políticas. Si nuestra práctica se caracteriza por impulsar la acción directa y la autoorganización, no siempre acierta en traducirla como un concentrado de política partidista revolucionaria, aquella que Lenin creía era la clave, lo central, lo que le confería un carácter revolucionario a la socialdemocracia. Lógicamente nuestra organización no sólo está presente en el terreno de la acción militante de las bases. También nos presentamos a elecciones, realizamos nuestros congresos y mantenemos un estricto funcionamiento partidario. Pero incluso estas actividades no son suficientes para expresar y traducir la actividad desplegada en las bases en proyecto político ofensivo. Rosa Luxemburgo fue integrante y dirigente destacada de la socialdemocracia alemana y polaca durante años, nunca se opuso por principio a los cargos electorales o sindicales que la socialdemocracia tenía al por mayor, y también fundó partidos, ¡nada menos que el Partido Comunista Alemán en el año 1919! Y sin embargo tenemos la certeza de que era semi espontaneísta y que ese era quizá su talón de Aquiles a pesar de sus enormes cualidades revolucionarias. No abría que apresurarse, en consecuencia, a cerrar el debate por el sólo hecho de que hemos sido capaces de presentarnos a elecciones (nacionales y universitarias) o realizar frentes únicos de lucha como en la defensa de Zanon. Es mucho menos de lo que hizo Rosa Luxemburgo, a la que hasta el día de hoy seguimos criticando por hacer un culto del espontaneísmo y rechazar de plano la organización leninista de partido. Si existe un campo débil de nuestra práctica militante es la de la acción política. Albamonte en la carta a la FT cuenta que Raúl Godoy escuchó de una militante autonomista alemana decir, “que buenos políticos que son”. Quizá lo seamos para una autonomista alemana, pero sería más prudente tomar mejor como referencia otros parámetros. ¿No parece poco autocrítico? Cuando Albamonte dice que “el eje de nuestra política a la que le dedicamos el 80 o 90% de nuestros recursos consiste en desarrollar alternativas de dirección obrera (y estudiantil) en los procesos reales para crear una nueva tradición en el movimiento obrero” está en lo cierto. Le dedicamos el 80 o 90 % del tiempo. Siempre hemos reivindicado la dedicación nuestra a plantear un programa de acción y una política y organización para las luchas, radicalizando los conflictos, planteando coordinadoras, comités de solidaridad, Frentes Únicos para que triunfen, etc. Esto es muy importante porque en la etapa de retroceso de la lucha de clases y cuando se han perdido muchas de las tradiciones combativas de la clase, contribuir a que se forjen nuevos programas de lucha y nuevos métodos es una contribución real que hacemos al movimiento obrero. Pero no basta ni mucho menos. Para un leninista (no digamos qué porcentaje de la actividad) el tiempo de transformar en política proletaria esas luchas y conquistas es un tiempo decisivo.

Neuquén y el MPT (Movimiento Político de Trabajadores)

¿Cuánto esfuerzo hicimos para crear en Neuquén un verdadero Movimiento Político de los Trabajadores? En Marzo debería haberse realizado la Conferencia que nos habíamos propuesto por el mes de noviembre y diciembre con o sin los sindicalistas. Seguramente muchas cuestiones propias de la lucha en sí (el momento particular del concurso, etc) nos impidió avanzar más. Pero estamos hablando de por lo menos un año y medio en el que nos propusimos dicho objetivo. En realidad es un problema de objetivos políticos estratégicos. El PTS es en Neuquén como tal apenas un núcleo de revolucionarios. La diferencia que hay entre la influencia desde el sindicato ceramista y la que tenemos como partido es sideral. Incluso la lucha de Zanon nos planteó la paradoja de mostrarnos como el mejor partido en la lucha de clases directa, pero no nos ayudó en el mismo Neuquén a construir nuestro propio partido. El trabajo universitario y secundario, por ejemplo, retrocedió. Y esto pasó allí donde se volcaron los mejores recursos de la dirección. Evidentemente nos cuesta transformar esa potencialidad en proyecto político. La realidad, de todas formas, es que nuestra debilidad como partido es inversamente proporcional a la fuerza e influencia que tenemos desde la fábrica. La política de formar un Movimiento Político de Trabajadores debería ser lo que establezca un puente que logre cerrar la brecha que mencionamos. Si los dirigentes independientes del sindicato están de acuerdo como lo manifestaron ya hace tiempo ¿Por qué no impulsar nosotros mismos comités de apoyo o de base con el visto bueno de ellos, crear desde las bases un movimiento político de carácter popular entre los trabajadores y estudiantes de la provincia apoyados en el enorme prestigio de los ceramistas? ¿Por qué no invitar a impulsarlo juntos a las agrupaciones estudiantiles que se reivindican “zanonistas”, a los artistas y militantes sociales que siempre apoyan sus luchas? A pesar de las urgencias de la lucha inmediata tenemos que decir que el mejor momento para impulsarlo era antes del reflujo, cuando aún no se había consumado la pasivización desde arriba, cuando el MTD todavía daba su nombre y cierto visto bueno para hacerlo. De cualquier manera no es tarde para hacerlo. En la carrera de tiempos contra las variantes “opositoras” al Sobichismo, tenemos la ventaja de poder presentar una alternativa política surgida desde las bases, capitalizando el apoyo popular a la causa de Zanon. Incluso la idea de dar la pelea en el campo de la política surge naturalmente del impasse de todas y cada una de las propuestas y leyes que propusieron los ceramistas, bloqueadas por los representantes de la burguesía en la provincia. Pero para darle un impulso real al proyecto es necesario que sea sostenido por los militantes del partido que deberían jugar un papel destacado en la organización de comités amplios de trabajadores y estudiantes para impulsar el proyecto y debatir un programa. ¿Debemos construir el PTS allí independientemente del MTP? El PTS no se disolvería, pues mantiene su existencia a nivel nacional, con sus revistas, periódicos, y también su organización celular. Estaríamos mil veces más organizados que por ejemplo el SWP de Cannon que se vio obligado a entrar al PS disolviendo sus organismos y su periódico. Aquí no pasaría nada de eso. Y recogeríamos el beneficio de la amplia vanguardia neuquina. La Casa Marx podría transformarse en su centro cultural y de organización. Y el llamado a los partidos de izquierda a sumarse al movimiento ayudaría a presentar un planteo amplio y unitario y al mismo tiempo establecer una lucha política tanto contra la auto proclamación sectaria del PO como del frente amplísimo de IU. Si se concretase un movimiento y mejor un Partido de Trabajadores de estas características sería un hecho político nacional. Godoy podría transformarse en el “Lula neuquino”, pero no un Lula que gobierne al servicio del FMI y los capitalistas, sino por un programa revolucionario proletario. Muchas cuestiones tácticas y de implementación son seguramente discutibles. Nos gustaría indagarlo con los compañeros de Neuquén y conversar con los dirigentes independientes del sindicato. Sólo queremos insistir que la tarea de construir una herramienta política es una inmensa contribución, para forjar una nueva subjetividad obrera y es parte esencial de la lucha de clases. Y por supuesto potenciaría la lucha de clases y las acciones directas que hoy impulsamos con mucho esfuerzo desde abajo.

Construcción partidaria y lógica política

Creer que una lógica política sesgada hacia cierto vanguardismo de lucha, cierto espontaneísmo tiene consecuencias sólo en lo que se denomina “construcción partidaria”, es considerarlo sólo desde el punto de vista de una de sus manifestaciones específicas, la del ingreso de nuevos miembros a la organización. Pero ello no es más que una parte de la cuestión, un epifenómeno que está anudado a una lógica de pensamiento y práctica partidaria que devalúa el terreno de “lo político”. Desde hace mucho tiempo y en forma recurrente nuestras Circulares remarcan los problemas que tenemos para avanzar en la construcción partidaria y sin embargo no hemos logrado superarlos. ¿Es posible resolver este problema sin ligarlo íntimamente a la política? Por supuesto que no, sin embargo esta desconexión es la que se ha impuesto hasta el momento. La expresión más nítida de esta lógica es la que recorre la CI 139, en la que el estancamiento del PTS es explicado esencialmente por una crisis de dirección no en cuanto concepción y política, sino en tanto capacidad y voluntad de sus integrantes, como si dicha voluntad no tuviera un fondo común en las ideas y la práctica que la sustentan, como si no tuviera una base material en su práctica militante. Nosotros nos oponemos completamente a esa explicación, en la que la crisis de estancamiento ha sido reducida, en forma subjetivista a una voluntad individual, imposible de superar si no es mediante apelaciones morales o a un recambio efectivo del personal dirigente, cosa de la que carecemos. Esta explicación parece más una manifestación de impotencia política que una respuesta real a la crisis. Muy por el contrario, nosotros sostenemos que hay una raíz compartida entre nuestra defensiva en la construcción y la falta de audacia en la política de bloques y en el frente único. Veremos más abajo que Zanon y Neuquén (allí donde supuestamente no hubo una crisis de dirección) no están exentos de los problemas que atraviesa el partido, mostrando lo mejor y lo peor, los puntos fuertes y los puntos débiles de nuestras concepciones y nuestra práctica política. Todos vamos a compartir que en el PTS la actividad específicamente leninista de construcción partidaria tiende a estar en un segundo plano, siempre detrás de la intervención en las luchas y las tácticas. De conjunto, la actividad de propaganda socialista sobre cada individuo con el que nos relacionamos con el objetivo de convencerlo de dedicar su vida a la militancia revolucionaria está subvaluada. Pero en la situación actual, de falta de subjetividad del proletariado, la propaganda comunista, la explicación de las formas de la explotación capitalista, de los objetivos que nos proponemos los socialistas, del rol del estado, pasan a ser cruciales para ganar nuevos militantes. En última instancia sin ideología comunista es muy difícil que un activista sindical, un luchador social, un activista estudiantil entren a un partido revolucionario, o cuando lo hacen avancen como cuadros marxistas. La idea de abrir casas de cultura socialista, de IKM respondió no sólo a la necesidad de rodearnos de nueva gente, sino también a la difusión de las ideas socialistas en amplia escala. Pero debe ser una tarea conciente y una práctica habitual de cada uno de los militantes. Sin embargo las tareas de formación teórica, de difusión ideológica, de propagandización del programa partidario a través de su periódico y revista, del trabajo paciente y “evolutivo” es una tarea de partido que se encuentra devaluada porque toda la actividad que no es la táctica del momento es secundaria. Política e ideología, lucha de partidos y lucha de ideas se encuentran desvalorizadas. La lucha política no es reductible a la lucha social. La lucha ideológica no es reductible al análisis y caracterización internacional. Las reuniones partidarias carecen de política e ideología, que son reemplazadas por las discusiones de caracterización y tácticas. ¿No hay ninguna relación entre nuestra concepción y práctica política y la “construcción”?

PARTE TRES: Autoorganización y bloques políticos

Los soviets y los acuerdos de partidos

En la revista EI Nº 4-5 de 1995 explicábamos que en el soviet las fuerzas de los revolucionarios minoritarios se “decuplican” frente a los obreros de vanguardia y acelera el pase a posiciones revolucionarias. Además en dicha tribuna las corrientes centristas más progresivas pueden adoptar un curso progresivo hacia posiciones revolucionarias y facilitar la fusión partidista. En consecuencia el soviet es el órgano más avanzado para unir a la clase e imponerle a las corrientes políticas ir allí a “mostrar su programa”. El soviet, surgido desde la irrupción espontánea de las masas tanto en el 1905 como en 1917, es el ejemplo arquetípico de nuestra concepción. Pero en la vida real no todo se da como en Rusia, ni como lo preveíamos teóricamente nosotros. En realidad organismos de poder obrero y popular no siempre se dan como resultado de la explosión espontánea de las masas. A veces sí y a veces no. Y los revolucionarios tenemos que analizar los hechos concretos para poder establecer una dialéctica concreta. El surgimiento de soviets espontáneos depende de muchos factores, entre otros de la influencia que ejerzan los partidos en las capas más adelantadas de las masas, de las tradiciones políticas de la clase trabajadora, de la influencia que otras clases ejercen sobre ella, etc. De hecho en Rusia los partidos y las diversas tendencias de la socialdemocracia en Rusia de 1905 todavía eran grupos pequeños de revolucionarios que recién unos años antes habían dejado de ser apenas ligas de propaganda. De hecho la fracción de Lenin fue a remolque de la situación en la primera etapa de los soviets en la que Trotsky jugó un papel primordial. En ocasiones, organismos de democracia directa de masas pueden surgir primero como acuerdos de tendencias políticas y de partidos para algún fin preciso que en su dinámica real son tomadas por las masas o sectores de las mismas y transformadas en organismos muy superiores de lo que estaban destinadas en su origen. Incluso el movimiento consejista de Alemania con toda la espontaneidad de que surgió, fue muy distinto por el peso de los partidos al Rusia. P. Broué analizando los consejos del 1918 sostiene que “la diferencia esencial entre los consejos alemanes de noviembre de 1918 y los soviets de febrero de 1917 está en el lugar que ocupan en los antiguos partidos y sindicatos. Esto se explica por las diversas tradiciones de los dos países, que convierte a los soviets en la forma de organización por excelencia en Rusia, mientras que en Alemania los aparatos políticos y sindicales son un factor permanente y determinante de la vida obrera”. Por eso muchos Consejos se formaron en las mesas nocturnas de negociación, incluso con partidos burgueses de izquierda. En Colonia se forma uno a instancias del partido socialdemócrata mayoritario, en Cassel el consejo y su comité se forman a instancias de los partidos obreros y los sindicatos y “confirmado” luego por una asamblea de seiscientos delegados. Broué cuenta también que en Breslau el partido socialdemócrata y el centro católico invitan a los independientes a formar con ellos un “comité popular” que presidirá un socialdemócrata, y en muchos lugares los partidos burgueses participan de los consejos amparados por la socialdemocracia. Este comité es “elegido” por treinta mil participantes en un mitin. Otro ejemplo es el de Trotsky cuando analiza la situación de Alemania en el ’32, ve muy difícil que surjan soviets en forma espontánea que pasen por encima del peso abrumador de la socialdemocracia y el PC “La creación de los soviets presupone el acuerdo de los diferentes partidos y organizaciones de la clase obrera, comenzando por las fábricas; este acuerdo de los diferentes partidos y organizaciones de la clase obrera, comenzando por las fábricas; este acuerdo debe ser tanto sobre la necesidad de los soviets como sobre el momento y la modalidad de su formación. Esto significa que los soviets son la forma más acabada del frente único en la época revolucionaria y su aparición debe ser precedida por la política de frente único en el período preparatorio”. En polémica con los estalinistas, planteaba que para el PC era necesario exigir a los reformistas que eran mayoritarios un FU para la huelga general. “Repetido y Concretizada en cada nueva etapa, esta propuesta, en el curso de su desarrollo, conducirá a la creación de Soviets, máxima instancia organizativa del frente único”. Incluso en un artículo sobre el control obrero, Trotsky cree que es en el frente único del PSD y el PC en la empresa, en lucha por el control obrero de la producción donde pueden desarrollarse los elementos de poder obrero autoorganizado. Para Trotsky, en realidad, las tácticas hacia las direcciones de masas, el frente único, etc, estaban encaminadas al desarrollo de esos organismos, pero no por ello dejaba de lanzar desafíos a las direcciones existentes. De hecho combinó la táctica de exigencia de “tomar el poder” con el desarrollo de organismos soviéticos. Y lo más importante es que lejos de cualquier receta prefabricada, veía en la profundidad del proceso vivo de la lucha de clases y de las formaciones políticas, las formas que podían adquirir los organismos de poder obrero y popular.

La política de Frente único y bloques políticos en el periodo del ascenso popular

En la circular 135 de noviembre del 2003, hace apenas cuatro meses, decíamos que “de conjunto, no nos faltaron tácticas y propuestas de frente único. Pero ellas estaban pensadas, correctamente en la anterior situación, desde las tendencias más progresivas de la vanguardia y sus organismos hacia los aparatos” (sobre todo la coordinadora del Alto Valle, la defensa de Zanon en frente único con el CTA, etc) y afirmábamos que “fue una lógica correcta”, pero “con el brusco cambio en la situación, (subida de Kirchner) donde no priman las tendencias desde abajo la lógica de la táctica del frente único cambia”. Y sostuvimos que en ese momento sí era lícito hacer acuerdos con los partidos de izquierda, MST, PO, por ejemplo por la ley de expropiación en la legislatura. Pero esto no siempre es así. En el período de ascenso los partidos se ven empujados muchas veces por las masas o su vanguardia al frente único. Las corrientes se ven obligadas a girar a la izquierda e incluso a realizar acuerdos de partidos, tanto de bloques como de unificación, quedando en un lugar secundario las diferencias. Pero la lógica de ésta Circular de Noviembre tiene un razonamiento opuesto y sobre todo esquemático: cuando hay ascenso: con las masas “contra los aparatos”. Cuando hay retroceso: con los aparatos para golpear sobre las masas. Pero esto puede haber funcionado en el ejemplo de Brukman, un ejemplo muy particular que no debería ser aplicado como una receta. Esta circular trataba de justificar nuestra política “antiaparatos”, y se afirmaba contra la política de acuerdos de tendencias. Como si siempre fueran reaccionarias. Este esquematismo es antidialéctico, porque se trata de políticas concretas para casos concretos. Por ejemplo en las puertas de la caída de De La Rúa se desarrolló en La Plata la Asamblea Regional que llegó a movilizar a más de 3 mil quinientas personas, más que la propia CTA. Eso sólo pudo lograrse por un acuerdo de partidos entre la burocracia sindical peronista de ATE, la CCC y el PTS y en un papel más secundario el MST. Gracias a este acuerdo nació la Asamblea Regional que alcanzó a movilizar a más de tres mil quinientos trabajadores ocupados y desocupados, más del doble de lo que movía todo CTA. La Asamblea Regional logró reunir tras de sí a los docentes autoconvocados, el Suteba Matanza, el MTD Aníbal Verón, la CCC, la UTEDEB, la FULP, autoconvocados del Policlínico, las corrientes estudiantiles de izquierda, docentes de muchos municipios, algunos asambleístas, y llevamos a la rastra al PO que la boicoteaba tratando de dividir Asambleas Populares de Asamblea Regional. Aquí, al revés de lo que prescribía la circular 135 en forma esquemática, no golpeamos “en el momento de ascenso” con el activismo a los aparatos, fue al revés, golpeamos con “superaparatos” a las bases y el resultado fue absolutamente exitoso. El partido se colocó a la cabeza de un sector significativo de la clase trabajadora y del estudiantado platense. Solos no hubiéramos alcanzado a organizar ni al 10% de lo que logramos en esa oportunidad. En la facultad de Sociales se dio un proceso combinado. Primero un acuerdo con el MATE, nosotros y El Viejo Topo evitó que se votara el director con el método tradicional, abriendo una crisis en la carrera y se convocó a la Comisión de Sociología que terminó siendo la instancia organizadora de un nuevo activismo, incorporándose luego al frente único el PO y el MST, contra el centro de estudiantes. Para las elecciones de centro de estudiantes, cuando ya no había activismo logramos un acuerdo de cúpulas, sin asambleas ni mandatos para conformar una lista de izquierda en el cual impusimos muchísimos puntos del programa y del funcionamiento del frente. Ahora la conquista de una superestructura como la del Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales nos permite dialogar con otros sectores, acercarnos a los conflictos obreros, etc. Todo esto no podríamos haberlo alcanzado con las fuerzas de nuestra sola corriente y el activismo. Pero salvo raras excepciones nuestra concepción política fue esencialmente la que describe la circular 135: “con las bases contra los aparatos”. La misma ANT, con todas las críticas que podamos hacerle y que le hemos hecho merecidamente (bloque de tendencias sin impulsar la autoorganización, no buscar un congreso real de ocupados y desocupados, no luchar seriamente por trabajo genuino ni por la unidad de los trabajadores ocupados y desocupados, etc.) se constituyó en un bloque progresivo frente a la CCC, la FTV, etc. Y donde se agrupaban los sectores más combativos del movimiento de desocupados. No había un activismo de desocupados “a la izquierda de los aparatos”. El revés el acuerdo de tendencias agrupó a las diversas corrientes que estaban a la izquierda. No por casualidad nosotros tuvimos que ir a plantear nuestra propia política allí. En algunas ANT participamos, en otras no. Es un problema táctico, y además nosotros no orientábamos ningún movimiento de desocupados. Era un escenario difícil para nosotros. Pero no podíamos negar la progresividad de dicha asamblea respecto a las demás corrientes de desocupados. Tampoco hemos buscamos seriamente frente a las distintas ANT estructurar un bloque político ante la auto proclamación y el piqueterismo del PO.

El razonamiento de la Circular 115 del mes de marzo del 2003 es exactamente al revés. Allí se plantea que fuimos conservadores porque no realizamos políticas de alianzas y bloques para potenciar nuestra política. Y la conclusión era que debíamos “romper todo conservadurismo estableciendo sistemas de alianzas que potencien nuestra política y a la vez nos permitan hacer más ofensiva la lucha política”. Pero fue una reflexión efímera. ¿Se trataba de una característica política de fondo el conservadurismo que “no establece sistemas de alianzas”, o era un problema circunstancial, coyuntural, una respuesta improvisada frente al hecho de que perdimos meses en proponerle a las Madres un acuerdo para impulsar juntos NL o porque el MAS nos venía exigiendo en Brukman la unidad? La Circular 115 parecía un intento serio por pensar que esa falta de política. Pero ese capítulo se cerró sin solución. Ahora todo eso es “hacer politicismo”. En el reflujo de la lucha de clases, tal vez se presenten menos oportunidades para realizar acuerdos políticos favorables, no lo sabemos. Pero esto mismo ¿no nos volverá más conservadores aún para “hacer política”, incluyendo en ella los acuerdos y alianzas que sirvan a la lucha de clases y al progreso de nuestro partido en la vanguardia?

La política de bloques y alianzas

Veamos el caso del acuerdo con el MAS. En el momento en que habían roto con el PO, giraron a la izquierda, plantearon la lucha por trabajo genuino y se acercaron a Brukman. Ellos posiblemente sólo giraban por oportunidad política, por oposición al PO y para volver mejor hacia allí en el futuro. Pero lo cierto es que ese giro existió. Y lanzaron su ofensiva en el terreno de Brukman. A pesar de nuestro llamado a discutir un PRTU, la ofensiva real y concreta era de ellos frente a nosotros en Brukman. En la circular 115 se plantea una serie de exigencias para avanzar en un acuerdo y como test ácido de la “progresividad” de su giro a la izquierda. Pero en realidad era una profecía auto cumplida. Se pretendía que el MAS demostrara ser centrista progresivo hacia nosotros como precondición para lograr un acuerdo. La condición indispensable para lograr un acuerdo era que ingresen al periódico NL, que nosotros mismos sabíamos que hasta ese momento era más un instrumento del PTS que otra cosa. Era difícil creer que el aceptarían entrar a NL. En realidad parecía una reubicación circunstancial, no lo podíamos saber. Pero se trataba de golpear políticamente con propuestas unitarias audaces para atraerlos, para obligarlos a acercarse. Podía comenzar con acuerdos parciales. No era posible aceptar su propuesta de “Tendencia anticapitalista” tal como ellos la formulaban. Pero era imposible que aceptaran nuestro ultimátum. En la Circular 115 sosteníamos que si tomaban en sus manos el periódico NL, entonces estaría planteado quizá proponerle discutir la formación de partido revolucionario y no una tendencia anticapitalista. Esto equivalía a rechazar de plano todo acuerdo intermedio, toda alianza progresiva que pueda establecerse con una corriente para impulsar un bloque progresivo frente a la ANT, por la defensa de Brukman, para avanzar dentro de la FTC a partir de nuestro programa hacia el moviendo de desocupados, etc., etc. ¿Estamos tan seguros que hubiera sido imposible lograr un acuerdo concediéndole no entrar a NL, pero acordar un apoyo masivo al encuentro de Rosario y un bloque político para la ANT? ¿No podíamos ir influenciando con aspectos parciales a la minoría unitaria dentro del MAS y obligarlos en el futuro a aceptar NL? En última instancia un acuerdo político (programáticamente en ese momento decíamos cosas muy parecidas) por más mínimo que fuese nos hacía más creíbles a nosotros, porque fuimos nosotros los que les propusimos discutir la formación de un PTRU. Frente a la vanguardia podríamos haber dicho “el PO es pura auto proclamación y al MAS le arrancamos aunque sea un mínimo acuerdo. Eso demuestra que nosotros no lanzamos propuestas retóricas, sino que pretendemos genuinamente avanzar aunque sea un sólo paso en la formación de un único partido revolucionario en Argentina”. Un diálogo así nos vuelve mucho más creíbles como partido ante la vanguardia, que considera que el PTS lanza propuestas de unidad y “siempre va sólo”. En el seno del MAS todo un sector de la dirección votó, por la fecha del encuentro pro Brukman, realizar una alianza electoral con el PTS. ¿Qué hicimos nosotros? ¿Qué papel activo jugamos en la exigencia de un frente electoral, de un acuerdo o bloque político? Si hubiéramos batallado por un acuerdo parcial pero efectivo y la dirección del MAS se negaba, podíamos atraer hacia nosotros al sector unitario. Se ha dicho que somos un partido muy parecido al SWP de Cannon. Se hizo referencia muchas veces a dicho partido en el año ’37, a raíz de la exigencia de Trotsky de cambiar la composición social del partido. La semejanza estaba basada en que el PTS también había tenido su “pequeño Miniápolis”. Eso es completamente justo. Pero el PTS aún no tuvo su entrismo en el PS y su ruptura con la que se llevó un gran sector de la juventud; no tuvo su Muste, no tuvo su lucha en el seno del PC como las tuvo Cannon. Por que ese partido que para Trotsky era la estrella de la oposición y luego de la IV internacional, era terriblemente audaz, ofensivo, no le temía a hacer política frente a las demás corrientes, se tenía confianza en si mismo. Cannon mismo se entrevistó con el grupo de Muste. Les hacía entrevistas secretas a los partidarios de WP de unirse a la oposición. Mientras en el terreno de la lucha nos desenvolvemos de forma práctica, en el terreno político no hemos pasado en la mayoría de los casos de proclamas propagandísticas. Por cierto el terreno político es siempre mucho más difícil. Aún así tanto en lo que se refiere a nuestra política de MPT, como a la política de bloques y alianzas con el MAS u otros partidos, no hemos tenido sólo un problema de resultados prácticos, sino y sobre todo de concepciones políticas equivocadas.

PARTE CUATRO: SOBRE EL BALANCE, LOS PELIGROS Y LAS TAREAS DEL PARTIDO

La política nacional

En la enmienda marco (CI 144) se señala la necesidad de combatir el peligro de “degeneración pequeño burguesa”. Si bien esta formulación no le da un contenido político preciso a este problema de composición social, se repite últimamente que nuestra organización se encuentra sometida a “enormes presiones reformistas” y de “derecha” producto del giro que ha dado la situación política. También se ha reiterado en el CC, como una posición mayoritaria, que “las clases medias son una presión de derecha”, “que han reforzado su arribismo y su arrogancia ante la recuperación económica”, “que no perdieron nada en la situación anterior y entonces ahora son conservadoras y consumistas”. Se ve a los sectores medios yendo (en bloque) hacia la derecha y a la clase obrera girando a izquierda. Afirma el compañero EA en su carta a la FT: “(...) este momento de reformismo kirchnerista que, paradójicamente, ha convencido mucho más a la clase media - aunque hay sectores de las mismas que empiezan a tomar cierta distancia del gobierno por ’derecha’, como mostró la muy numerosa manifestación exigiendo mayor seguridad - que al movimiento obrero, que, aunque lentamente y con todo tipo de ilusiones reformistas, viene realizando una evolución de derecha a izquierda (...)”. Aunque en LVO N° 137 la nota firmada por F.L. sostiene una posición más equilibrada que incluye la polarización de la clase media, se ha sostenido la caracterización antes descripta en cada reunión partidaria desde hace casi un mes, supuestamente reforzando la necesidad de “ir al movimiento obrero”. Es cierto que el movimiento obrero, aunque partiendo de muy atrás, se encuentra en un giro a la izquierda, pero la definición de la ubicación política de las clases medias es simplista y unilateral.

La política de expropiación de las demandas del 19 y 20 y la cooptación de los movimientos de lucha encabezada por el gobierno de K para intentar reestablecer la autoridad estatal tuvo su éxito. Las clases medias abandonaron su efervescencia inicial y todavía de luto por la orfandad en que las dejó el decrépito Partido Radical abrieron mayoritariamente un crédito favorable a un gobierno peronista “de nuevo tipo” y recuperaron expectativas de consumo ante el repunte económico. Sin embargo, para considerar la situación actual, el primer error que tenemos que evitar es el de considerar a los distintos sectores medios como un todo indiferenciado que actúan en bloque ante esta situación. Muchas veces cuando hablamos de clase media englobamos a estratos tradicionales de la pequeño burguesía, sectores profesionales o empleados de corporaciones que constituyen la nueva clase media enriquecida en los ’90, junto a una clase media empobrecida o incluso sectores asalariados que son una fracción importante del proletariado y que han visto caer su nivel de vida con la devaluación del salario. Así es que en la recuperación actual, si bien nadie es ajeno a las expectativas del ascenso del ciclo económico, los frutos se reparten muy desigualmente, habiendo grandes sectores medios y asalariados que, aunque hayan recuperado la “esperanza”, no logran entrar en el círculo virtuoso del consumo. Lejos de la “arrogancia consumista” estas capas empobrecidas lo seguirán siendo en el próximo período. Es esta la base material que le pone un límite al conservadurismo de gran parte de las clases medias. En cuanto a las simpatías políticas de los llamados sectores medios pasa algo similar. No se los puede emblocar artificialmente y hablar, parafraseando a Marx, de una “masa única reaccionaria”. Hoy son una base social central del gobierno Kirchner y empiezan a desarrollarse elementos de polarización a derecha e izquierda.

A la derecha tenemos a López Murphy, Macri, Sobisch o Romero en Salta, que tiene un piso tradicional aproximadamente 30% de los votos. Estos sectores están fuertemente ligados al establishment y logran el apoyo de fracciones privilegiadas de la clase media, ideológicamente de derecha, y de sectores populares, movilizados en general con métodos clientelares, que han sido en el pasado base del menemismo. Hoy toman el problema de la seguridad como bandera de oposición al gobierno. El caso Blumberg ha fortalecido las perspectivas de una oposición por derecha. Sin embargo una cosa es tener cierta capacidad de expresar en forma reaccionaria el descontento social por cuestiones no resueltas y otra muy distinta es poder pasar a la ofensiva. En este punto el problema que tiene la derecha es que su programa es centralmente propagandístico, ya que la crisis con la seguridad no deja de expresar a cada paso la crisis del estado y el régimen. El programa de “mano dura” es hoy sencillamente inaplicable porque los que deberían hacerlo, la Bonaerense, los jueces, etc. se encuentran en el centro de la tormenta. Eso es lo que explica que, más allá de la retórica derechista haya sido nombrado como Ministro de Seguridad bonaerense León Arslanian, un hombre que expresa una línea opuesta a la mano dura y que justamente salió eyectado de su anterior gestión por meterse con la bonaerense en medio de la campaña electoral pro - mano dura de Ruckauf. En última instancia es la latencia de la crisis orgánica la que no deja de expresarse, dejando al descubierto la podredumbre de instituciones centrales de la democracia capitalista y al mismo tiempo las consecuencias sociales nefastas de años de aplicación de programas neoliberales. En esta situación es difícil que el clamor por la inseguridad se traslade directamente a un pedido de orden en general contra todo movimiento social.

También hay, aunque incipientes, tendencias a la izquierda del kirchnerismo. Este sector se expresa, tanto en la ubicación opositora de Carrió como en el retiro de los diputados “progresistas” en medio del debate parlamentario por el caso Blumberg. Con la nueva corte suprema, la anulación de las leyes de impunidad y el resto de la política de DDHH., el presidente ha ganado una base muy amplia en sectores de la clase media progresista. Luego de una primera etapa, donde el gobierno mantenía claramente la iniciativa política, se percibe que detrás de muchos gestos y algunas políticas de reformas institucionales no hay respuesta a problemas estructurales graves. La desocupación baja muy lentamente, los índices de pobreza siguen siendo alarmantes, en la negociación por la deuda externa Kirchner hace mucha gesticulación y algún regateo menor pero en lo esencial los acreedores y el FMI han avanzado en sus pretensiones. En la base de la llamada crisis energética está la postración temprana del “capitalismo nacional” y la imposibilidad absoluta de cualquier proyecto de desarrollo autónomo y pretensiones del país en la medida que los principales resortes económicos sigan en manos de grandes corporaciones imperialistas. Por último, el aumento paulatino del costo de vida, fundamentalmente el que afecta al consumo de las familias obreras y de clase media baja, es un nuevo factor de erosión de la base social del gobierno K. Productos como la carne han aumentado un 20%, lo mismo que las bebidas, también el pan, etc.

La base política del propio Kirchner es contradictoria. Por un lado la exaltación inicial de la pequeña burguesía ha sido finalmente canalizada dentro del régimen en el apoyo a un gobierno del “capitalismo nacional” surgido del riñón del viejo PJ. Por otro lado, estas clases medias no son ya las que sirvieron de sólida base a los gobiernos neoliberales como el de Menem, sino que han girado hacia un gobierno subproducto aberrante de las jornadas que se ve obligado a permanentes gestos a izquierda que lo ubiquen lo más alejado posible de la vieja política.

Nadie puede negar que el gobierno mantiene aún una enorme popularidad, que está avanzando en la recomposición de ciertas instituciones y que se encuentra fuertemente beneficiado por una coyuntura internacional favorable con los precios de los productos de exportación argentinos por las nubes con la soja rondando los $ 680 la Tonelada en el puerto de Rosario. Esto es un enorme hándicap que tiene la burguesía no para evitar la lucha de clases en el período inmediato pero sí para limitar su radicalización y contenerla exitosamente en los marcos del régimen sea como luchas reivindicativas, sea como reclamos por la carestía de vida. En este sentido el segundo semestre del año aparece como mucho más complicado para Kirchner ya que tendrá delante nuevas pruebas de fuerza con el FMI que pueden ser decisivas (el acuerdo respecto al superávit del 2005 y ‘06 en septiembre) y al mismo tiempo deberá hacer equilibrio para no abortar la recuperación económica y dar algún tipo de concesión que evite la generalización de los reclamos salariales. Esto tendrá que encararlo en el marco de una crisis manifiesta con el aparato justicialista. Un gobierno fuerte pero asentado en un régimen putrefacto y que administra la nueva bonanza pero sin aventurarse a encarar los problemas estructurales que dejaron los ’90 es una transición que anuncia nuevas convulsiones.

Aparentemente la mayoría del CC ve sólo los peligros de la marea reformista y subestima, desde el punto de vista histórico, el giro a izquierda de las masas. Por ejemplo en la universidad, podemos hacer eje central en que los centros dirigidos por la izquierda no cambiaron nada y en la enorme presión que esto es para los revolucionarios, devaluando la enorme importancia que tiene como fenómeno objetivo que los estudiantes hayan pasado de votar a la Franja Morada y voten a corrientes de izquierda, con la oportunidad para hacer política que eso nos abre. Esa evolución relativamente a izquierda de parte importante de la pequeña burguesía es un signo de importancia en el cambio de la etapa que nos abre terreno para una audaz intervención política, que contiene peligros, precisamente porque plantea oportunidades. Esa es la dialéctica de la situación. ¿Sólo peligros o también posibilidades para desarrollar una política revolucionaria? La visión que tiende a exagerar los elementos conservadores de la situación y “el giro a la derecha de la clase media” como un todo desarma al partido en la actual situación.

La clase obrera

Definimos que la recuperación económica puede ser un fuerte acicate para la lucha obrera y esta se puede combinar con procesos de reorganización contra las burocracias más empresarias, que han quedado a la derecha de una situación política dominada por un discurso tibiamente antineoliberal. El programa K no contempla medidas redistribucionistas serias y el mismo presupuesto nacional es una muestra palpable del carácter fiscalista de la política económica del gobierno. Con empresarios haciendo negocios y el alza del costo de vida, las luchas obreras por recomposición salarial están a la orden del día. El mismo discurso kirchnerista y la percepción de una gran debilidad de los sectores más reaccionarios contribuyen a darle más confianza a sectores de la clase obrera. La izquierdización política que se ha producido en el país puede ser también un factor disparador, sobre todo para una clase obrera que arrastra profundas derrotas y que todavía no ha superado el estigma de la desocupación. Este despertar del movimiento obrero ya ha dado sus primeros pasos. La huelga de los trabajadores del subterráneo, que paralizó durante cuatro días los servicios y logró un triunfo resonante contra la privatizada Metrovías, puede ser un hito en la recuperación de sectores centrales del movimiento obrero. Hacía mucho tiempo que un sector concentrado del proletariado no desplegaba una lucha contundente en el epicentro político del país con sus métodos históricos, la huelga y el piquete obrero. Y más tiempo aún que esto no terminaba en una importante victoria, ante una patronal que se endureció en un primer momento anunciando más de 100 despidos. La actitud decidida de los obreros, un ambiente social para nada hostil sino que por el contrario consideró legítimo el reclamo; y una patronal desprestigiada, fueron las razones de un triunfo histórico. Este caso particular tiene el enorme valor de ser un conflicto hecho contra la burocracia de la UTA y dirigido por el cuerpo de delegados (donde tienen delegados muchas corrientes y hay también ex militantes del MAS) y un activismo combativo, lo cual no deja sólo una experiencia de lucha obrera sino también una institución obrera que puede constituirse en una referencia obrera en la capital.

El PTS jugó un gran rol como organizador de la solidaridad con el conflicto, garantizando las guardias ante el peligro de desalojo, editando materiales para propagandizar la lucha y realizando la única acción de apoyo de importancia con el festival en la cabecera de F. Lacroze el día que terminaba el conflicto. El partido se jugó entero por el triunfo de los trabajadores, como lo ha hecho en anteriores conflictos, y conquisto una relación privilegiada con lo mejor del activismo del subte. Es justo señalar que las luchas obreras que surjan tenderán a ser reformistas y a levantar un programa limitadamente reivindicativo y desde este punto de vista reasimilable dentro del sistema, ya que no tenderán a un cuestionamiento político al gobierno ni al régimen, ni tampoco, como en el caso de Zanon y Brukman, a la propiedad privada capitalista. Aún con esas limitaciones la recomposición obrera nos abre la posibilidad de construir núcleos revolucionarios en estos sectores. Sin embargo este carácter de las futuras luchas obreras está condicionado también por su magnitud y generalización. Si la lucha salarial se generaliza, se coordina e incluso confluye en medidas unificadas que obliguen a la burocracia a actuar esto pasaría a ser un problema político central del gobierno. Es que, como ya dijimos, la actual recuperación burguesa se encuentra basada en la miseria salarial y el mantenimiento de una importante masa de desocupados, lo cual podría entrar en crisis ante una ofensiva proletaria que busque recuperar sus conquistas.

La dialéctica de las “presiones” y las “oportunidades”

Ahora bien, este énfasis en los peligros, las presiones y los límites de la situación subestimando las potencialidades efectivas no hace sólo a una discusión de caracterización sino fundamentalmente a una lógica de conjunto. Efectivamente no se puede desconocer la importancia de las presiones que los revolucionarios tenemos en nuestra militancia, propias de una actividad de subversión revolucionaria que se realiza “en la lucha cotidiana contra el orden constituido, o sea en los límites de este orden” y se orienta hacia “un fin situado más allá del orden social existente (...); tales son los términos de la contradicción dialéctica en que se mueve el movimiento socialista”(Rosa Luxemburgo, Problemas de organización de la socialdemocracia). El revolucionario que intente negar estas presiones acabará sucumbiendo ante ellas. ¿Pero cuál es la dialéctica entre esas presiones y las posibilidades revolucionarias de una organización? ¿En qué circunstancias estas presiones a la integración y la cooptación golpean más fuerte sobre los revolucionarios? Aunque parezca extraño, no es cuando todo “gira a la derecha”, sino al revés, en momentos de mayor lucha de clases y politización. Es ahí que los partidos deben mostrar su verdadero carácter revolucionario ante el tribunal de las masas, con el único criterio de verdad aceptado por los marxistas: la práctica. ¿Qué presión puede ser más peligrosa para un revolucionario que la del frente popular, apoyado por miles de obreros radicalizados, que pidiendo que apoyemos su política “para no hacerle el juego a la reacción”? ¡Esas sí que son presiones! Y basta ver la historia del movimiento obrero para ver lo complejo que ha sido enfrentarlas, aún para organizaciones mucho más probadas que nosotros. Pero estas presiones son inherentes a una situación revolucionaria, es decir a las oportunidades para construir un partido revolucionario. Para enfrentar estas situaciones es necesario estar anclados en la estrategia, en la teoría marxista y en el programa revolucionario y “adquirir - mediante los esfuerzos prolongados, tenaces, diversificados y penetrantes... los conocimiento y la experiencia, la sagacidad política necesaria para la pronta y justa solución de los complejos problemas políticos” (Lenin, El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo) ¡Sin embargo, nada es garantía de éxito en esa difícil tarea! La prueba “suprema” se da solo en la tensión extrema de las revoluciones. La política impulsada por la redacción de la Pravda en manos de Kamenev y Stalin de apoyar las medidas progresivas del gobierno provisional y sus intentos denodados por la reunificación con los mencheviques hasta la llegada de Lenin del exilio. ¡Y nada menos que el partido bolchevique que había atravesado la prueba de 1905 y la lucha contra el zarismo! El trágico ejemplo del POUM en España ilustra muy bien este peligro. El POUM no pasó la prueba de la historia en momentos en que la clase obrera española desplegaba las más altas dosis de heroísmo, ponía bajo su control los resortes de la economía catalana, levantaba barricadas y empuñaba el fusil en nombre de la revolución social, al mismo tiempo que el socialista Largo Caballero cantaba loas a la dictadura del proletariado desde la tribuna madrileña. Nada más peligroso que los reformistas cuando, frente a la radicalización obrera, se cubren con un barniz revolucionario. Para el PTS serían muchas más las presiones si surgiera un frente popular o el kirchnerismo se transformara en movimiento nacionalista burgués que enfrentara relativamente al imperialismo. Sin embargo, hoy tenemos muchas más “presiones” que en los ’90, donde todo estaba a la derecha y nosotros a los codazos nos tratábamos de hacer nuestro propio espacio. Esta es la dialéctica que los revolucionarios tenemos que considerar. Venimos presenciando reiterados llamados de atención absolutamente unilaterales de muchos dirigentes del CC, machacando con las presiones “pequeño burguesas”, “reformistas” y de “derecha”, es decir haciendo énfasis en un sólo polo de la relación, el de los peligros, y por lo tanto subestimando el otro, el de las potencialidades.

Sectarismo y oportunismo

Se nos ha planteado que, ante estos enormes peligros oportunistas y de derecha, nuestros alertas respecto de los rasgos abstencionistas y sectarios del partido nos desarman para el próximo periodo. Se dijo que el peligro de secta existe siempre, históricamente hablando, en la medida en que no estamos anclados en el movimiento de masas, pero que el problema concreto del próximo período, son las presiones “derechistas”. Esta visión nos parece anti dialéctica. ¡Se presupone que como las presiones son de derecha y reformistas el único peligro es irnos al oportunismo, ceder, claudicar, etc.! Esta asociación es un tanto formal (presión reformistas = nos vamos a la derecha) y desarma al partido para encarar las tareas preparatorias. Para una organización marxista que lucha por la destrucción del estado burgués las presiones centrales son siempre de derecha, a excepción de los momentos de crisis revolucionaria donde sectores importantes de la vanguardia proletaria puedan sobrestimar la situación objetiva y lanzarse a combates apresurados por el poder, como en las Jornadas de Julio en Rusia. Como hemos planteado antes, mientras más avanzada es la situación del proletariado más peligrosas pueden ser esas presiones. La respuesta a esta presión ejercida por distintos medios (cooptación sindical o parlamentaria, burocracia obrera, carrerismo político o académico, etc.) ha dado lugar a dos tipos de desviaciones o claudicaciones en la historia de las organizaciones obreras: el oportunismo y el sectarismo y muchas veces oscilar entre ambos.

A tres años de las jornadas revolucionarias. Lecciones de la actividad partidaria.

La respuesta de cada organización concreta a estas presiones tiene que ver con muchos condicionantes. La corrección o no de su programa, lo ajustado de su teoría, la solidez de sus cuadros, la inserción en la movimiento obrero, en otras capas oprimidas, la responsabilidad sobre el movimiento de masas y las presiones que este trasmite. Y como ya dijimos antes, nada de esto es garantía absoluta. Seguir el desarrollo de una corriente y sus respuestas esenciales a las acciones de lucha de clases, sobre todo en los momentos álgidos, suele ser una buena forma de intentar apreciar, dentro de ciertos límites, cómo puede responder una corriente ante determinadas presiones. Es por eso que nosotros intentamos retomar el balance post - 19 y 20, no por una extraña perversión por el pasado sino para intentar identificar cuáles son los rasgos políticos que debemos superar para avanzar en la maduración del partido. A partir de aquí es que nosotros señalamos que lo que efectivamente confunde al partido en sus tareas inmediatas es alertar unilateralmente sobre las posibles desviaciones derechistas o “la degeneración pequeñoburguesa.”

Partimos del acuerdo general de que con la intervención en los sectores avanzados del movimiento obrero como señalamos en la CI 143:“El partido se ubicó a la cabeza del proceso más avanzado y revolucionario que dieron las jornadas de diciembre en nuestro país, el movimiento de la ocupación de fábricas y la gestión directa. Esta “apuesta estratégica” es la que nos permitió mantener una brújula revolucionaria en la lucha de clases de este período. Hemos dado respuestas políticas y programáticas correctas, a diferencia de la inmensa mayoría de los grupos de izquierda que han claudicado a las corrientes reformistas.” ”En Zanon (...) impulsamos las tendencias más combativas y radicalizadas, y forjamos la única coordinadora que existió y existe hoy por hoy en la Argentina, la del Alto Valle.”

Volvemos entonces sobre los puntos de balance en los que mantenemos diferencias con la mayoría del CC, sin involucrarnos en los puntos centrales de acuerdo ya oportunamente señalados.

a) En las asambleas populares no fuimos impresionistas, no dijimos que eran soviets, no caímos en la ilusión de la república de las asambleas ni, en general, convertimos nuestra militancia en un impulso en sí de este fenómeno. ¿No era una gran presión para nosotros, que somos fanáticos de la autoorganización, el surgimiento de las asambleas populares para que cediéramos al carácter ciudadano y aclasista de las mismas? ¿No era una “presión” superior para el PTS la pequeñoburguesía convulsionada de ese momento que la actual? Sin embargo el PTS no claudicó, ni endiosó a las asambleas, como sí lo hicieron otras corrientes. Pero tuvimos una línea sectaria, al no dar a las asambleas la jerarquía suficiente desde la dirección para influir sobre un fenómeno altamente progresivo y captar en su interior. Estamos refiriéndonos aquí a la política central del PTS (es decir la de su dirección), más allá de las iniciativas regionales, de las desigualdades o de vuelco físico de determinada cantidad de compañeros a las asambleas. En la Conferencia de marzo se ha señalado que, en las asambleas, lo único distinto que se podría haber hecho era una mejor propaganda, ya que una influencia mayor era imposible por faltar la “materialidad” del movimiento obrero. No concordamos con esta visión que liquida nuestra intervención con un programa transicional en los fenómenos progresivos de la realidad. Nuestra tarea es levantar un programa de este tipo que ligue las demandas inmediatas de la vanguardia a un cuestionamiento político al régimen y al estado, a la movilización con ese objetivo y a la constitución de la alianza obrera y popular necesaria para la victoria. Si este programa cobra un carácter más de acción o más propagandístico no depende de nosotros sino del curso general de la situación. Intervenir audazmente en este sentido era una obligación, máxime cuando durante varios meses trabajamos con la hipótesis de una entrada del movimiento obrero por la vía de una generalización de la ocupación de fábricas. ¿No era clave para los revolucionarios, si esto sucedía, tener una fuerte implantación en las asambleas populares? Por otro lado, la afirmación misma de que no se puede influir sectores movilizados no - proletarios con programa transicional si no es desde la materialidad de la clase obrera, no se sostienen ante la misma experiencia del PTS. ¿No logramos en más de una oportunidad influir fracciones de vanguardia, por ejemplo del movimiento estudiantil, con nuestro programa transicional en momentos donde la clase obrera estaba completamente ausente como el ’95 o el ’99? También se ha planteado que no había fundamentos para asegurar que fuimos sectarios con las asambleas. Veamos. En la Estrategia Internacional N° 18 editamos una Declaración de la FT- EI con fecha 11/01/02 donde insólitamente no hablamos de las asambleas populares. En la CI 87 (22/02/02), donde realizamos el balance de la primera asamblea nacional de trabajadores, en una minuta que recorre casi todos los temas de la política nacional en casi cinco páginas, las asambleas populares merecieron tan sólo cinco renglones. Valga señalar que estamos hablando del momento de auge de las asambleas. En el mes de marzo realizamos una corrección de nuestra política en la CI 88 (11/03/02) donde por primera vez dedicamos una minuta a la orientación en este terreno. Allí remarcamos fuertemente el carácter progresivo de las asambleas diciendo, entre otras cosas, que expresaban “una crítica radical al régimen y sus partidos históricos” y que eran “un elemento corrosivo que dificulta el asentamiento de las actuales trampas del régimen” y proponemos combinar nuestra correcta ubicación como “fracción pro obrera de las asambleas” con “un programa transicional (...) y una lucha por estas demandas (el programa de la Interbarrial) a nivel general y en cada barrio.”¿Hubo a partir de marzo un cambio efectivo de nuestra orientación hacia las asambleas y de la jerarquía que le dimos a las mismas? Por supuesto que en relación a lo anterior hubo avances, sin embargo afirmaciones de Circulares Internas posteriores nos permites señalar que no hubo cambios cualitativos. En la CI 96 (22/05/02) se publica un documento titulado “A cinco meses de las jornadas revolucionarias.” En este documento de 10 páginas las asambleas merecieron esta vez poco más de 30 renglones, destinados esencialmente a combatir la “ilusión” de una “democracia popular” y “del piquete y cacerola la lucha es una sola.” Es decir que por lo menos a nivel de la dirección no habíamos producido un cambio sustancial. Esto parece confirmarse cuando en la CI 103 (13/08/02) planteamos la“revalorización (evidentemente porque estaban desvalorizadas) de las asambleas populares como caja de resonancia del conjunto de las contradicciones nacionales (...) que se han constituido en un canal de organización política de sectores de vanguardia que, como lo reafirman las diversas ocupaciones que están llevando adelante, el apoyo a las luchas obreras y su programa, son una de las principales manifestaciones que mantienen vivo el espíritu de las jornadas revolucionarias de diciembre. Esto nos plantea la necesidad de una intervención superior en las asambleas.” Es decir que nuestra intervención seguía sin estar a la altura de las necesidades. Finalmente, casi un año después de las jornadas, dijimos algo que hoy a algunos compañeros les parece excéntrico :“nuestra política no estuvo exenta de desviaciones, quizá la más importante haya sido cierto normativismo que nos impidió valorar correctamente el surgimiento y dinámica de las asambleas populares y, por lo tanto, desarrollar una política audaz (...)Se trata de asumir frente a las asambleas una actitud de dirección, definiendo un curso de acción para su crecimiento y avanzando en nuestra influencia política, para ello debemos revolucionar nuestra intervención y nuestra estructuración (...) Tampoco deberíamos ’aterrizar’ una vez por semana para que nuestra línea sea votada, sino que debemos ser parte de la vida de las asambleas (...)” CI 110 (12/12/02) Lamentamos tener que hacer este recorrido por las Circulares, citando extensamente en algunos casos, con el simple objetivo de demostrar algo que era un lugar común en el PTS antes de la apertura de esta discusión : que tuvimos errores “normativistas” y “sectarios” en nuestro vuelco a las asambleas populares. Estos errores no eran “trágicos” ni “terribles” y estaban inscriptos dentro de una política esencialmente revolucionaria. La importancia de tener una visión crítica sobre nuestro accionar pasado reside fundamentalmente, no en evaluar en forma contrafáctica “qué habría cambiado”, sino en identificar los puntos débiles del PTS, corregirlos y saber entonces cuáles son los verdaderos peligros y presiones que tenemos.

b) En el movimiento piquetero nos negamos al reparto generalizado de planes, evitamos ese atajo oportunista para romper la marginalidad, no inventamos la teoría del sujeto piquetero y nos negamos a asumir semejante derrotismo de la clase obrera ocupada como el que significa decir que el partido de la vanguardia obrera que hay que construir es un “partido piquetero”. ¿No es una enorme presión un movimiento de trabajadores desocupados que se mantiene en el tiempo desde hace más de cuatro años, que moviliza miles, tiene cientos de horas televisivas y que fue utilizado por nuestros competidores para “irse para arriba” con el manejo clientelar de los planes? ¿Cedió a esa presión el PTS? No, el PTS no claudicó. Sin embargo nuevamente el error fue en sentido inverso: tuvimos una política abstencionista sobre uno de los principales fenómenos, aunque por cierto muy contradictorio, que dio un sector de la clase obrera. Como ya dijimos, particularmente desde Zanon pero también desde los encuentro de fábricas, hicimos permanentemente un planteo principista que partía de la necesaria unidad de las filas obreras y la pelea por trabajo genuino que supera la diputa por los planes. Desde aquí desarrollamos la inédita experiencia del MTD Neuquen y Zanon y, a otro nivel, tuvimos una iniciativa con la UTD y el Astillero Río Santiago. Nosotros sostenemos que esto fue correcto pero insuficiente, ya que nuestra política se hubiera potenciado fuertemente luchando por una fracción que levantara nuestro programa dentro del movimiento de desocupados. Esto se podía hacer mediante el entrismo de compañeros en movimientos que lo permitieran (esto prácticamente no fue estudiado) para buscar influenciarlos políticamente, orientando movimientos como la UTD sin que nuestros cuadros administren los planes ni negocien con el estado (con rotación, revocabilidad, sin listas, etc.) y planteando desde ahí audazmente la unificación del movimiento piquetero y todo tipo de bloques que avanzara en ese sentido. Sin embargo no lo hicimos. ¿Hay alguna cuestión de principios para rechazar la intervención en el movimiento de desocupados? Los escritos del trotskismo norteamericano en los ’30 despejan, a nuestro entender, la duda. Trotsky señala la necesidad de no hacer un partido mayoritariamente desempleado pero para nada ataca la intervención dentro de estos movimientos . ¿Por qué no intervenir audazmente? ¿Por consideraciones de orden político, sean éstas falta de fuerzas, inconveniencia táctica, etc.? ¿Qué impedía que, sin girar la mayor parte de nuestro trabajo hacia allí, desarrolláramos por ejemplo la política de retaguardia que ahora estamos votando? Se ha dicho que recién ahora tenemos un programa filoso que nos permite hacer política en desocupados sin adaptarnos al piqueterismo. Sin embargo en la CI 101, en momentos tan tempranos como julio del 2002, decíamos “es necesario profundizar la coordinación de los sectores más combativos del movimiento piquetero, que aún representan una minoría de los desocupados, extendiendo su influencia y construyendo movimientos de desocupados de masas, con libertad de acción y crítica en su interior de todas las tendencias políticas que defiendan los intereses de los trabajadores.” Si lo comparamos con nuestra última formulación (Ver LVO 133 y 135), veremos que no se trata de programas contradictorios (aunque por supuesto ahora lo planteamos en forma mucho más precisa y ofensiva) y que el primero contenía ya en embrión las formulaciones posteriores. Por otra parte, el hecho mismo de tener una primera formulación inicial en julio del 2002 y tardar más de un año en darle forma definitiva, es una demostración contundente de que no tuvimos necesidad de hacerlo ya que no nos planteábamos una política ofensiva en ese terreno. Finalmente ante el planteo programático de movimiento único se saca la conclusión de que, impulsar un movimiento, orientado políticamente por el partido y con nuestro programa hubiera sido piqueterismo de izquierda, ya que solo es correcto hacer política entre los desocupados como parte de un movimiento único o sindicato de desocupados para no confundir “organismos de masa” con “colateral partidaria”.Bien, esa consideración es la que guía nuestra lucha programática, pero no puede definir por sí sola sus mediaciones táctica. Ya que, si es “piqueterismo” impulsar la organización de desocupados (aún haciéndolo con nuestro programa y buscando ligarla a las estructuras obreras desde el principio) y por lo tanto no debemos hacerlo, y lo que justamente buscamos combatir es la división del movimiento piquetero y su partidización, entonces nos encontramos en un círculo vicioso. Este estado del movimiento de desocupados escapa a nuestra voluntad y por lo tanto la táctica debe ser una mediación entre nuestro programa y la realidad para intentar influir, sino nos veremos reducidos a un planteo testimonial y siempre desde afuera. Esta lógica es similar a decir que, como nuestro programa son centros de estudiantes basados en cuerpos de delegados, no participamos en las elecciones por sufragio universal o como luchamos por la dictadura del proletariado no presentamos candidatos en las elecciones burguesas. ¿Cuatro o cinco organizaciones de desocupados que agrupando a 500 o 600 trabajadores levantaran nuestro programa nos hubiera fortalecido o debilitado? Nuestro abstencionismo en el movimiento de desocupados estuvo acompañado por una caracterización donde siempre tendimos a exagerar sus momentos de crisis y a devaluar la influencia que este fenómeno tenía sobre otros sectores, muy a pesar de la política de sus direcciones. Como ya dijimos este abstencionismo nos debilitó en la lucha política con nuestros competidores, sobre todo con el PO, y sin duda una orientación más decidida hubiese sido una conquista del PTS.

c) El movimiento estudiantil universitario no tuvo un rol protagónico en los procesos del 2001- 2002. Este, como ya hemos dicho, se mantuvo esencialmente conservador y pasivo. Sin embargo la caída de la Franja Morada abrió un amplio espacio que por impotencia de la centroizquierda tradicional capitalizaron electoralmente las corrientes de izquierda. Incluso el centrismo trotskista, particularmente en la UBA, llegó a la dirección de varios centros de estudiantes y por primera vez en la historia de la FUBA. Para nosotros, que siempre habíamos tenido más peso que, por ejemplo el PO en la UBA, esta era una gran presión y así lo señalamos ¿Claudicamos por intentar sumarnos desesperadamente a la oleada izquierdista que ganaba centros? No. Intentamos desarrollar el único proceso significativo que surgió después del 19 y 20 en la universidad: la elección directa, donde jugamos un rol dirigente y cuyo símbolo fue nuestro compañero Christian Castillo electo director de Sociología. Y tanto fracasaron todas las líneas de cooptación, que la carrera terminó intervenida por orden del Consejo Superior. Sin embargo la intensidad de la lucha política en Sociales, que por supuesto contuvo muchos errores como ya hemos señalado en los respectivos balances, sin embargo estuvo acompañada por una falta de política alarmante en nuestro trabajo universitario. La UBA, por ejemplo, fue el puntal central de las guardias en Brukman y del fondo de huelga, cosa que reivindicamos con todo, sin embargo no tuvimos ninguna otra política en todo el primer cuatrimestre del 2003. La dirección universitaria tiene un balance negativo no por haber tenido desviaciones “derechistas” sino por un fuerte “conservadurismo” que se expresó tanto a nivel de la falta de política para el 90% de la universidad como en la defensiva desde el punto de vista de la construcción partidaria. Esta falta de política se expresó la más de las veces como “abstencionismo” y “sectarización” redundando en fortalecimiento de nuestros competidores y en nuestro estancamiento (e incluso retroceso) salvo contadas excepciones. Así ocurrió con los Colectivos y el PC en La Plata, los independientes en el Comahue, el PO en Psico y Filo de la UBA por citar algunos casos. Nadie puede negar las presiones que significa dirigir el Centro de Sociales en un frente con el PO, el MST y el Viejo Topo. Efectivamente las presiones del régimen actúan allí directamente sobre nosotros. Sin embargo. ¿Tiene En Clave ROJA un historial de frentes electorales muy polémicos, concesiones centristas al reformismo, carrerismo político, militantes rentados? Por supuesto que no. El frente Oktubre, un gran triunfo político de ECR, es el primero que realizamos con corrientes centristas (a excepción de una breve experiencia en San Miguel) por lo menos que nosotros recordemos. Tal vez nunca antes estuvo planteado, no es esto lo que está en discusión, lo único que decimos es que, orgullosamente, no nos caracterizamos por agarrar cargos a como de lugar o por ser campeones de la unidad a secas.

Sobre la Juventud. Un balance.

La juventud fue una protagonista importante del 19 y 20 de diciembre. La mayoría de los muertos de las jornadas fueron jóvenes. Durante el 2002 los jóvenes jugaron un rol de vanguardia en los movimientos de desocupados, sobre todo en los movimientos autonomistas. Pero de conjunto la juventud que combatió en las calles el 19 y 20 no logró organizarse. Nuestro partido ha levantado históricamente la necesidad de la organización independiente de la juventud y le ha dado gran importancia política a este trabajo. Sin embargo, en el último período, hemos tenido un retroceso en nuestro trabajo juvenil. Durante todo el 2002 mantuvimos la política de JIR-CI (Juventud de Izquierda Revolucionaria), sin establecer un puente organizativo entre la juventud partidaria y los nuevos fenómenos. Los jóvenes de no se dieron espacios propios de organización pero nosotros no tuvimos una política exploratoria para detectar los nuevos fenómenos políticos. Tuvimos una política defensiva y errática. Recién en enero del 2003 (es decir tarde) lanzamos la táctica de No Pasarán con la idea fuerza de “No Pasarán sobre las fábricas y los predios ocupados”. Nos proponíamos campañas antiimperialistas, anticapitalistas, abrir centros culturales donde sea posible, tener política hacia la mujer, levantar las reivindicaciones de la juventud trabajadora y estudiantil. Lanzamos el movimiento con Cronopios, Contrapoder, Jóvenes en Lucha de Carapachay, Km 32 (Matanza), la UTD. El primer Encuentro de No Pasarán en Brukman expresó la posibilidad de avanzar en un frente único muy progresivo, pero no tuvimos una política para ampliar el movimiento a otras organizaciones juveniles (movimientos de desocupados, juventudes de partidos de izquierda, centros de estudiantes, etc.) ni tampoco hacia las bases en las estructuras estudiantiles y obreras, ni los barrios. Ante la guerra en Irak tuvimos una fuerte intervención con mucho protagonismo mediático (escrache a los Mc Donalds) y hacíamos vistosas columnas de 200 compañeros en las marcha a la embajada yanqui. Luego vino el desalojo de Brukman, No Pasarán actuó ejemplarmente en el apoyo a las obreras, pero la larga espera fuera de la fábrica comenzó a erosionar su base. El vanguardismo de lucha y la falta de política hacia los colegios secundarios (que trascendiera la solidaridad con Brukman) profundizaron la crisis. En agosto - septiembre se discutió un nuevo giro en la actividad juvenil, donde se planteo correctamente, contra el vanguardismo de lucha la política de “bastiones: que los colegios sean nuestros” CI 130 (11/09/03), pero esta política no fue lo suficientemente paciente ni la combinamos con una propaganda socialista ofensiva y actividades culturales que nos permitan convencer con grandes ideas.

Es interesante ver este desarrollo porque creemos que expresa una tendencia recurrente en el partido: cuando intentamos agrupar más ampliamente caemos muchas veces en el “movimientismo sectario”. Nunca tuvimos una política para ampliar a otras organizaciones el movimiento y a las que estaban dentro no les dimos jerarquía, muchas de ellas se fueron. Generalmente hacemos un “llamado amplio”, construimos un movimiento de acción donde tendemos a diluirnos y abstenernos de la lucha política, luego para delimitarnos giramos bruscamente y en forma artificial, incorporamos lo que se puede al partido y el movimiento como “frente único” queda liquidado. Esto es lo que pasó con NP, cuando nosotros además de los errores antes mencionados, quisimos que se pronuncie por MPT. Algunas agrupaciones rompieron, otras se quedaron pero perdiendo en muchos casos la dinámica que tenían. ¿No terminamos limitando el crecimiento de un movimiento más amplio con una línea ultimatista? ¿Tan peligrosos y difíciles de combatir al interior del movimiento (derrotándolos o integrándolos) eran algunos pocos jóvenes “semi -autonomistas” o “semi -populistas”? La línea de bastiones no se desarrolló, como demuestra el hecho de que hoy se cuenten con los dedos nuestros militantes en colegios de Capital. La otra gran debilidad que recorrió nuestro trabajo juvenil fue la falta de trabajo ofensivo en el terreno ideológico. Nuestra juventud discutió mucha táctica, mucha acción, pero tuvo una débil iniciativa ideológica que nos permitiera, fuera y dentro de NP, formar y entusiasmar a la nueva generación con las ideas de la revolución, del comunismo y de la abolición del trabajo asalariado y de la miseria humana. Debatir intensamente cómo superar estos rasgos en el trabajo juvenil tiene que ser una preocupación central de todos los dirigentes. No podemos dejar de considerar esta cuando vemos más 3.000 secundarios movilizados el 24/03 y mientras tanto nosotros tenemos 8 o 9 compañeros en colegios de Capital, GBA y La Plata. La buena cantidad de compañeros estructurados que participaron en el último campamento de No Pasarán puede ser una palanca para empezar a cambiar esta realidad.

Un balance que mire hacia adelante

Hasta aquí el balance. El partido ha pasado su primer ascenso de importancia en la lucha de clases y los errores son lógicos e inevitables, estamos aprendiendo. Valorizar fuertemente las conquistas y volver una mirada crítica hacia atrás es un ejercicio enriquecedor para cualquier organización revolucionaria.

Hemos demostrado, a nuestro entender, que en el próximo periodo el PTS tiene mucho más instalado frente a sí, como un peligro concreto y no “histórico”, al abstencionismo y al sectarismo que al oportunismo, a la claudicación y la coptación.

Tenemos por delante importantes desafíos que constituyen el núcleo de las tareas preparatorias para encarar el próximo ascenso con posibilidades de influir en los combates decisivos de la clase obrera y el pueblo. Para avanzar en este objetivo es imprescindible superar los rasgos “inmaduros” de nuestra organización. De no sacar las conclusiones correctas, de no superar nuestros rasgos más sectarios, propios de las “etapas iniciales”, de seguir con “alertas” unilaterales, nos será imposible penetrar en la clase obrera profundamente. ¿O acaso la clase obrera no nos depara grandes presiones hostiles al marxismo y la revolución? Claro que sí, sin embargo eso para nada puede menguar el trabajo apasionado y paciente en la clase trabajadora tal cual es. Por todo esto, consideramos, que el gran peligro al que nos encontramos expuestos es el conservadurismo y la pasividad ante las tareas preparatorias. Señalamos en la CI 143, y seguimos sosteniendo que: “La definición misma de liga de propaganda y acción en tránsito a partido de vanguardia está indicando una contradicción real, una tensión dentro del partido, entre las nuevas responsabilidades que surgen de nuestra ubicación en la lucha de clases y nuestras posiciones conquistadas en la vanguardia y los aspectos más conservadores y resistentes de la etapa precedente, que tienden a perpetuar una lógica defensiva de liga de propaganda relativamente aislada. Superar la crisis de estancamiento implica dar pasos en la superación de esta contradicción.”

CUARTA PARTE: SOBRE LA CUESTIÓN DE LA COMPOSICIÓN SOCIAL DEL PARTIDO

El balance y el acta marco

En el documento preparatorio a la última conferencia del PTS (Circular 139) establecíamos toda una serie de trabajos en el movimiento obrero a los cuales les daríamos prioridad, algunos de alcance nacional, otro regionales. El trabajo en el gremio de la alimentación, además de Zanon y Brukman, algunas siderúrgicas de zona norte, ferroviarios, además de telefónicos en capital. Y también al trabajo en el estado y docentes. Parecía muy ambicioso y desafiante, porque nuestro trabajo político fundamental estuvo centrado en extremo en las dos fábricas ocupadas, mientras al resto del trabajo obrero se le dio menor jerarquía que la debida, lo que también sabemos ocurrió con el resto de la actividad partidaria. Además habíamos planteado que los sectores estudiantiles realicen algún trabajo sobre la clase trabajadora, no sólo porque esto ayudaría en la inserción en la clase trabajadora, sino también en la educación política de los nuevos militantes, en un momento que no hay procesos donde los nuevos compañeros se pongan mínimamente a prueba. El acta marco presentada el día domingo a la mañana de la Conferencia fue apoyada por todos los delegados y miembros del CC, en primer lugar por quienes habíamos presentado el documento incluido en la Circular 143 cuestionando el balance y en consecuencia aspectos de la política de los últimos años. Suscribimos a ella de porque estuvimos y estamos completamente de acuerdo en reafirmar una vez más si hiciera falta, el objetivo estratégico de construirnos en la clase trabajadora y en la formación de un partido de clase revolucionario y no partidos de “obreros y campesinos”. Y estuvimos y estamos de acuerdo en que esa voluntad estratégica se exprese día a día en el trabajo diario y apasionante de enraizarnos en el movimiento obrero y de masas y en la formación y educación constante de nuevos dirigentes obreros marxistas. Sin embargo alertábamos de que así como se debía reafirmar la necesidad estratégica de construirnos en la clase obrera (sin un partido revolucionario de la clase obrera no hay ni habrá revolución obrera), debíamos escapar como de la peste de la demagogia facilista y el fetichismo obrerista y populista. Sin embargo la cuestión de la composición social del partido ha revestido otra dimensión completamente distinta, incluso ideológica.

La situación del partido y el trabajo en el movimiento obrero

Durante los últimos cuatro años hemos comenzado a realizar, aún con errores y debilidades, un trabajo real y efectivo en el movimiento obrero. Esto lo reconocen todos, hasta Patria Libre. Logramos superar el estadio en el cual nuestro grupo esencialmente estudiantil no se proponía seriamente comenzar un trabajo serio sobre la clase trabajadora. Desde el ’99, momento en que lanzamos el LVO masivo y cobrado mediante colectas en la puerta de fábricas y empresas, comenzamos a buscar lazos reales con algunas secciones de la clase trabajadora. La necesidad estratégica de construirnos en la clase trabajadora, de seguir avanzando en una composición más obrera de la militancia y la dirección partidaria, son objetivos que venimos reafirmando a lo largo de éstos últimos años. En el último congreso ingresaron al CC nuevos miembros que son dirigentes obreros del partido. Las experiencias de Zanon y Brukman son la demostración más palpable de que esa búsqueda constante comenzó a tener algunos primeros triunfos. Su alcance tiene importancia no sólo en el plano práctico, sino también en el terreno teórico y político, donde defendimos la centralidad de la clase trabajadora como sujeto revolucionario frente a quienes en la izquierda la han abandonado hace tiempo. Efectivamente nadamos contra la corriente de la mayoría de los grupos de izquierda que frente al retroceso desde hace ya muchos años de la clase trabajadora, pretendían tomar algún atajo y encontrar algún nuevo sujeto político. Adaptándose a los fenómenos pasajeros comenzaron a sostener algunos la teoría de los “sujetos sociales”, otros la de que las nuevas condiciones imponían una nueva clase obrera “`piquetera” como el PO (que nunca la definió científicamente, sino que la lanzó sin ningún tipo de sustento y acusándonos de sociologismo). En el plano internacional la clase obrera podía ser sustituida por los “movimientos sociales” y la juventud antiglobalización. En fin, nosotros supimos combatir todas esas teorías y nos mantuvimos en lo que creíamos era una precondición teórica fundamental para afrontar las nuevas circunstancias de la lucha de clases. Supimos resistir las presiones que nos querían llevar a otra teoría y a otra estrategia política. Nos sostuvimos en el ABC del marxismo sobre la centralidad de la clase trabajadora y en las capacidades históricas permanentes de controlar los resortes de la producción y circulación de todas las mercancías y de ser portadora de las potencias inherentes a la construcción de una nueva sociedad, es decir, de hegemonizar al resto de las clases oprimidas. Al mismo tiempo nuestra práctica militante de los últimos años educó a una nueva camada de trabajadores y estudiantes que entraron al partido desde las jornadas de diciembre en la más firme convicción pro obrera. Así lo demostró el partido en el conflicto de Brukman, de Zanon, de Pepsico, Ferroviarios, etc. Y lo volvió a demostrar ahora en el conflicto de Subterráneos. Nuestro partido es furiosamente pro obrero, teórica, política y prácticamente. Y lo es contra toda la ideología oficial desde la centroizquierda de Carrió que exalta a la clase media ilustrada como dirigente político cultural del país, las intelectuales como Beatriz Sarlo, pasando por el sentido común de las clases medias e incluso de todas las clase populares, como la misma clase trabajadora en la que muchos obreros no quieren que sus hijos también lo sean. Nuestro partido combatió las teorías de los nuevos sujetos, la idea de que podían surgir “soviets” de las Asambleas Populares sin la clase trabajadora, o de que era fácil la caída del régimen político sin la emergencia del movimiento obrero como tal. Mientras todos subestimaron a la clase obrera desde todos los puntos de vista posibles, nosotros tuvimos una actitud exactamente opuesta, la reivindicamos social, política y prácticamente. Mostramos sus potencialidades en la dirección de la producción de las fábricas, en las huelgas, apostamos a una nueva subjetividad y un nuevo ciclo de luchas proletarias. Un exceso polémico sería justificable si se trata de corregir una desviación enorme, una falla de origen del partido que estamos construyendo. Si el caso fuera este sería entendible que se exagera para “torcer el rumbo”. Pero no la hay. Si nuestro partido estuviese lleno de militantes que se negaran a realizar un trabajo real en el movimiento obrero, si se despreciara cada una de las conquistas que realizamos en este campo, si se tratara de estudiantes o intelectuales que miraran con desprecio las luchas y la vida de la clase trabajadora, entonces tendríamos que haber realizado no sólo un acta marco, sino un congreso especial para discutir el peligro de degeneración, convencer a todo el partido de que el destino del socialismo está unido al destino de la clase trabajadora y de que era necesario comenzar a realizar un trabajo serio sobre la clase obrera de acuerdo a las posibilidades reales del partido. Todos los militantes saben que esa situación no tiene nada que ver con el PTS. Que al revés de lo que ahora se está diciendo, nuestro anclaje tanto teórico como práctico en la clase obrera ha sido tan fuerte, tan insistente que incluso hemos tenido desviaciones obreristas, como lo expresamos en la Conferencia a raíz de las Asambleas Populares o en la juventud, que todos pretendíamos corregir, pero que ahora la mayoría del CC niega por completo.

La materialidad de la clase obrera

A propósito del debate que iniciamos sobre nuestros rasgos sectarios en las asambleas populares o sobre el movimiento de desocupados o incluso hacia secciones de la clase trabajadora como los estatales y los docentes, se nos ha insistido sobre el hecho de que no es posible trabajar en esos sectores si no es desde la clase obrera. Sólo así, supuestamente, podríamos impedir las presiones de otras clases (aunque los desocupados y los docentes son parte de la clase trabajadora). En el partido esta fórmula se popularizó de la siguiente manera “desde la materialidad de la clase obrera hacia los fenómenos híbridos” policlasistas. Pero esto no tiene nada que ver con el marxismo. Tendría sentido si se estaría hablando de una alianza de carácter soviética, es decir que involucrara el contenido de la hegemonía de una alianza social de clases. En ese sentido sólo la clase obrera puede hegemonizar a las restantes y en consecuencia combatiríamos una alianza obrera y popular dirigida por las clases medias (campesinas o urbanas) sin hegemonía proletaria. Pero aquí estamos hablando de otras cosas completamente distintas. Estamos hablando de que el partido tuvo rasgos sectarios al no haberse metido a fondo en las Asambleas Populares, al haber confundido la idea justa de que sólo con la aparición de los trabajadores en escena podía profundizarse la crisis y la situación revolucionaria, con la postura incorrecta de despreciar los nuevos fenómenos progresivos que aparecieron en escena. Lo mismo sucede con las organizaciones de desocupados (que son parte de la clase obrera) o de cualquier movimiento social. Se dio el ejemplo del movimiento feminista. ¿Sólo desde la clase obrera se puede participar del movimiento feminista? Pero ¿qué se quiere decir con esto? El informe del último plenario de Pan y Rosas comenzó alertando de las decenas de peligros que nos acechan por trabajar en un medio pequeño burgués y la necesidad de “cambiar la composición social del partido”. (No hay plenario o reunión zonal que no empiece por ese punto, sea cual sea el tema en cuestión). Pero ninguna “materialidad” de ninguna clase obrera que no sea revolucionaria puede impedir o contrarrestar las “presiones pequeño burguesas”. Tomemos el caso del feminismo. En este caso ni siquiera una clase obrera revolucionaria podría impedir las tendencias naturales de sectores sociales a tomar en consideración el problema de género sólo como tal y no desde el punto de vista de clase. Además ni siquiera un movimiento obrero revolucionario se elevaría concientemente a la comprensión del carácter opresivo de las relaciones de género actuales. En los años ’70, en los que la actividad y la conciencia de la clase obrera en el mundo era mucho mayor, sin embargo irrumpió con fuerza el feminismo burgués y pequeño burgués. Los socialistas se lanzaron a crear secciones especiales del movimiento que sean atravesadas por la cuestión no sólo de género, sino también de clase. Lo mismo tenemos que hacer hoy. Ninguna “materialidad” de la clase obrera, y mucho menos la clase obrera peronista que es la única clase realmente existente (que arrastra prejuicios machistas y nacionalistas) puede contrapesar al feminismo burgués. Y mucho menos en un grupo como el nuestro, en el que las militantes del PTS que están en Pan y Rosas son apenas unas decenas. No es “la clase” la que va a evitar que nuestra política se deje llevar por el feminismo, la que nos va a impedir “arrastrarnos al oportunismo”. Es esencialmente el anclaje en la teoría marxista, en el programa revolucionario, en los principios de clase, lo único que puede permitir que una sección clasista y revolucionaria del movimiento feminista pueda prosperar. Las obreras del partido por supuesto pueden y deben cumplir un papel primordial, ya que pueden transmitir la experiencia obrera en los medios pequeño burgueses. Pero creer que eso es la “materialidad de la clase obrera” es jugar con las palabras. Esas obreras partidarias deben aprender la teoría marxista, deben leer libros, deben estudiar, aunque cueste mucho trabajo y haya que ayudar por todos los medios a nuestro alcance, para superar el embrutecimiento de la fábrica, de los tiempos agotadores de trabajo y para colmo del “plustrabajo” doméstico. Toda otra visión sobre esto que pretenda embellecer a la clase trabajadora o dotarla de cualidades que éste movimiento obrero no tiene, no podría ser calificada de marxismo. Para una liga de propaganda y acción como la nuestra, que pretende avanzar aunque sea un paso a partido de vanguardia, es decir, para un pequeño grupo de cientos militantes, que tiene responsabilidades concretas importantes en una fábrica (Zanon) y en una facultad (sociales) la clave no son las presiones sociales directas que ejercen las grandes masas y las clases sobre nuestra liga. En todo caso para enfrentar las presiones hostiles de la realidad lo más importante es el anclaje teórico en el marxismo, en la estrategia y el programa revolucionario. ¿Cómo podríamos enfocar el asunto sobre las presiones directas si nosotros no dirigimos grandes sindicatos, ni tenemos muchos centros de estudiantes ni secretarías, ni diputados, concejales o cualquier otro cargo electoral? Las presiones existentes (ningún grupo por más pequeño y principísta que sea deja de estar sometido a la realidad), en todo caso, no pueden ser corregidas “yendo a la clase obrera” en sí misma, porque la clase obrera posee hoy una mentalidad burguesa aplastada por la burocracia sindical y el peronismo, cuando no por la iglesia o las sectas religiosas que tienen mucho peso en las fábricas y barriadas pobres. Si hoy apostamos a desarrollar un trabajo en la clase obrera se debe en primer lugar porque tenemos que llegar a los momentos decisivos en los que emerja y se vaya fogueando una clase obrera revolucionaria con cuadros y estructuración suficiente para aspirar a encabezar ese proceso. Si en ese momento nos contentáramos con ser sólo una corriente estudiantil, y despreciáramos fusionarnos con lo mejor de la vanguardia obrera revolucionaria, seríamos una pequeña secta estudiantil completamente pequeño burguesa, y en ese sentido estériles desde el punto de vista revolucionario. En defensa de la dialéctica tenemos que decir que no se pueden confundir los planos históricos. Hoy no existe ninguna posibilidad de que nadie nos salve de una “degeneración pequeño burguesa”. Hoy esta clase obrera no nos salva de ninguna presión social o política. Al mismo tiempo, ¿qué significa una “degeneración pequeño burguesa”? En primer lugar una política y una estrategia no proletarias. Cuando Cannon y Trotsky atacan a Schatman y Burham por encabezar una fracción pequeño burguesa, lo hacen por sus posiciones políticas antidefensistas y su oposición a la dialéctica, que expresaban las presiones de la opinión pública norteamericana contra Hitler y Stalin. Para un partido como el nuestro la clave para enfrentar los desafíos y no ceder ni al frente popular, ni al fascismo, ni a la democracia burguesa, es, volvemos a repetir, la firmeza de nuestra teoría, de nuestro programa y nuestra estrategia. En las condiciones actuales de crisis de la subjetividad proletaria, cada obrero que establece contacto con el partido tiene un valor enorme. Pero para que esos obreros se formen como revolucionarios no tienen otra que establecer el más estrecho contacto con los intelectuales marxistas que son predominantes en una corriente revolucionaria aislada de las masas y los que aportan, como decía Lenin la “ciencia socialista”. El que idealice a la clase obrera hoy y la vea como un contrapeso a los peligros de hoy, no hace más que demagogia. Hemos visto cientos de partidos llenos de obreros que claudicaron al frente popular, a la democracia burguesa o a las direcciones pequeño burguesas. Ya hemos dado el ejemplo del POR boliviano o el Lanka Saha Samara Party (LSSP) de Ceilán. También podríamos dar un ejemplo más cercano, el MAS, que llenaba estadios de obreros, que dirigía cientos de internas, que tenía dirigentes metalúrgicos, de la construcción, automotrices, químicos, obreros de los frigoríficos, de los altos hornos, choferes, ferroviarios, telefónicos, y sin embargo no quedó piedra sobre piedra, porque su programa era centrista, estaba basado en la estrategia morenista de la “revolución democrática”, en la concepción sindicalista de presión sobre los dirigentes como única política posible, en la liquidación de los soviet y los organismos de autoorganización de su estrategia política. El morenismo enseñó a los jóvenes a ir a las fábricas a las cuatro de la mañana, militaban todo el día yendo a la puerta de la fábrica. Y en una época en la que en las fábricas había lucha, había listas anti burocráticas, había mil veces más activistas que hoy. Cuando rompimos con el MAS nos llovían acusaciones de que éramos “estudiantilistas”, que no teníamos “sensibilidad con los trabajadores”, que “no nos emocionamos con las luchas de los obreros”, que no queríamos ir a las fábricas, levantarnos a las cuatro de la mañana. Y les respondimos defendiendo el marxismo y luchando a brazo partido contra el obrerismo y la demagogia. Y teníamos razón. De ese partido lleno de obreros no quedó nada.

Clase obrera y “fenómenos híbridos”

Ante la idea de que hay que ir “desde la materialidad de la clase obrera hacia los fenómenos híbridos”, la realidad es que el asunto ha sido exactamente al revés. En realidad el movimiento obrero ocupado se encontró paralizado ante la crisis nacional. Sólo una sección muy pequeña de fábricas ocupadas se colocó a la vanguardia de la lucha. Los grandes batallones de los trabajadores no salieron, mezcla de temor ante el desempleo masivo y el control de los sindicatos y el peronismo sobre la clase trabajadora. De hecho lo que hemos visto fue un proceso inverso, el de capas medias organizadas en asambleas populares, movimientos artísticos, culturales, militantes de derechos humanos que han ido hacia los pocos procesos de clase obrera que se desarrollaron, en primer lugar el de los desocupados. Así fue en la lucha de Pepsico donde la asamblea Popular y los movimientos piqueteros fueron a rodear de solidaridad el conflicto cuando los trabajadores adentro estaban paralizados y dos integrantes de la interna se pasaban al campo de la burocracia y la patronal. En Panificadora 5 donde los asambleístas fueron a buscar a los obreros para que ellos ocuparan la fábrica. Así fue en Brukman, cuando las Asambleas la rodearon de apoyo, o en Ferroviarios, en el corte de Haedo, o en Zanon rodeada del apoyo popular. Piquete y cacerola expresaba no sólo los límites de la ausencia de la clase obrera, sino el proceso altamente progresivo de las capas medias yendo hacia las clases pobres. Este proceso reviste un carácter histórico, porque expresa esa “crisis orgánica latente” en la que las clases medias rompieron con sus partidos históricos y abrieron la oportunidad para estructurar la alianza obrera y popular, oportunidad que no se abría desde los años ‘70. El gobierno de Kirchner no constituye un encauzamiento orgánico de esas clases medias, que se dividen y buscan una representación política a derecha e izquierda. Es evidente que las capas medias se colocaron mucho más a la izquierda que la clase obrera y que de hecho cumplieron un papel importante para golpear ideológicamente sobre ella. De hecho este proceso es mundial. La clase trabajadora no ha dado luchas revolucionarias desde hace más de 25 años, aunque desde el ’95 ha comenzado un lento proceso de recomposición. Los cambios operados en la estructura y composición de la clase trabajadora, al compás de las contrarreformas neoliberales y el desempleo masivo la han dejado a la defensiva, resistiendo. En esas condiciones la recomposición de la clase trabajadora y en particular el desarrollo de capas avanzadas dentro de la misma será influenciado por los nuevos fenómenos que desde fuera de la clase trabajadora puedan golpear sobre la misma en combinación con las experiencias que un sector de los trabajadores puede realizar en sus luchas cotidianas, reclamos reivindicativos, agrupamientos antiburocráticos, etc. Pero es un hecho que los programas, las políticas y las denuncias al capitalismo más de izquierda no provienen de la misma clase trabajadora, que en nuestro país hoy por hoy está sometida a la disciplina del desempleo y a la ideología del capitalismo nacional peronista, sino desde los que denominamos genéricamente “movimientos sociales”, de sectores de la intelectualidad, clases medias empobrecidas, la juventud que participó del 19 y 20, etc. Incluso dentro de la clase trabajadora los sectores más de izquierda o antiburocráticos han sido los docentes (que en la provincia de Bs. As. lograron ganar 7 seccionales, y el ante año pasado se alzaron con el distrito de La Matanza que luego perdieron), acompañando una tendencia sino mundial como mínimo del continente latinoamericano, en el que junto a los trabajadores de la salud han sido vanguardia en las luchas económicas y políticas (quizá la más importante la confrontación en Perú con el gobierno de Toledo) de por lo menos las últimas dos décadas. La influencia del movimiento anticapitalista en la opinión pública y en el seno de la clase trabajadora es un hecho. En la juventud se suele decir que “hay que ir a la puerta de la fábrica”, “hay que ir a los Coto” (supermercado que está en conflicto). Pero sería muy distinto ir a título individual, como militante de izquierda o incluso con NL que ir, por ejemplo, como representantes del centro de estudiantes de un colegio secundario, o de un Suteba de distrito. Esto nos permitiría mil veces más penetración en la clase trabajadora que “hacer de árbol” en la puerta de la fábrica como se decía en el MAS. Ante las dificultades el PO y otras corrientes se han hecho escépticos de la clase trabajadora. Pero nosotros no podemos responderle al escepticismo de ellos con la fantasía nuestra de una clase obrera que no existe, y menos que menos que podamos embestirla de frente con un partido de las dimensiones del nuestro. Es muy posible que la clase trabajadora de nuevas luchas. Las condiciones objetivas de reactivación y un débil crecimiento del empleo puedan vigorizan la confianza de los trabajadores y favorezca las luchas reivindicativas, sobre todo por recomposición salarial. Tenemos que estar preparados para ello, en primero lugar con un programa anticorporativo y anti sindicalista. El periódico Nuestra Lucha es un gran instrumento para expresar dicho programa. Ciertas luchas que se han dado muestran ese indicio. Pero eso no basta para que esas luchas puedan ser conducidas políticamente hacia una oposición antigubernamental y antiburocrática. El conflicto del Subte es alentador, pero por ahora no es más que una excepción, donde existe una gran tradición antiburocrática y un cuerpo de delegados combativo y opuesto a Palacios. Ese tipo de organización no existe en la gran mayoría de la clase obrera. Se irán forjando en la lucha, no será un proceso automático. La clase obrera no se recompondrá de un día para el otro. Toda política de unificar los distintos sectores antiburocráticos, trasformarlos en un punto de apoyo de reagrupamiento son pasos que facilitarán dicha tarea. Pero queda en pie el hecho de que un océano obrero de millones de trabajadores, cautivos aún de la burocracia sindical y el nacionalismo productivista del peronismo se alza entre ese mar y los militantes revolucionarios. En estas circunstancias históricas concretas la idea de que la conciencia de clase socialista proviene del exterior tal como sostenía Lenin (en forma polémica y unilateral polemizando en el 1902 con el economicismo), cobra mayor actualidad si se lo compara con la autoactividad y la conciencia de clase que mostraron los trabajadores en muchos países de occidente en los años ‘70 al cuestionar el poder capitalista en la empresa y su exigencia de control obrero de los procesos productivos. Esta “exterioridad” se da no sólo en cuanto a la propaganda revolucionaria por parte de cuadros marxistas, sino también en que fueron las acciones del “exterior” las que golpearon sobre la clase obrera por izquierda. Y no sólo en relación a las Asambleas Populares. También en lo referente al movimiento piquetero, que como en el año 2000 en la huelga de 36 hs. le transmitieron a los trabajadores ocupados el método del piquete que compartieron, por ejemplo, en el corte de la Panamericana. Lo mismo puede aplicarse (en realidad a una escala más vasta) con el movimiento anticapitalista, que en Italia, pero también en otros países, se acerca a la clase trabajadora y la influencia desde la izquierda. Esto nos obliga a dejar de lado todo dogmatismo y toda petición de principios sobre el “trabajo en el movimiento obrero” para encararlo desde el punto de vista de la política revolucionaria, con perspicacia, sentido de la oportunidad y audacia táctica. En primer lugar tomando en cuenta todos estos “fenómenos nuevos” para golpear sobre ella.

¿De qué clase obrera estamos hablando?

No se puede comparar la actual clase obrera con el proletariado de los años ’30 en Europa de la que habla el programa de transición. Y mucho menos al proletariado industrial de la revolución rusa. La realidad es mucho más compleja, y el marxismo que no de cuenta de la nueva estructura de clases, sus combinaciones y modificaciones es un pobre marxismo, que se enfrenta a la novedad como algo “sospechoso” y “hereje”. Y esta actitud es la contra cara de aquellos que ven en cualquier novedad una oportunidad para tirar todo el marxismo previo a la basura. Los sectores estratégicos que pueden “bajar la palanca” de la producción ya no son sólo los obreros industriales sino que los servicios estratégicos pasaron a cumplir un papel central al controlar el sistema nervioso y sanguíneo del capitalismo, pero en los cuales no es preponderante el obrero manual, sino que crecen los sectores técnicos, obreros calificados con estudios terciarios, ingenieros y el trabajo informático, comunicacional. En los sectores claves de los servicios el trabajo intelectual es creciente. En la misma industria más concentrada y moderna, el trabajo del obrero es cada vez más de preparación técnica, operativa, de adaptación, que de producción misma. Todas estas tareas se intelectualizan progresivamente y eso ha elevado a un sector de obreros industriales claves en las automotrices, siderúrgicas, petróleo, a transformarse en técnicos con estudios terciarios. Por otro lado conviven amplias franjas de asalariados paupérrimos, descalificados, con sueldos por debajo de la línea de pobreza e incluso de indigencia, muchos de los cuales son parte de la masa del 45% de trabajadores precarizados y sin aportes a la jubilación y la seguridad social. Estamos presenciando una dualización del mercado laboral, con una calificación creciente en un polo y una descalificación pronunciada en el otro, que está expresando un tipo específico de acumulación de capital, basada en una economía dependiente que no reproduce su especificidad más que drenando a cada paso divisas al exterior, es decir reproduciendo los males históricos del capitalismo argentino y manteniendo las condiciones estructurales que impusieron el desempleo masivo. Los asalariados de los sectores estratégicos se encuentran en especial en el primer sector, donde se concentra la industria moderna con mayoría de firmas imperialistas o transnacionales locales como Techint, o servicios privatizados o ramas de industria extractiva. Sus sueldos son mucho más elevados. Así en el gremio del Petróleo y Químicos el sueldo promedio es de 1400 pesos sin horas extras. En la rama de suministros de gas, agua y luz es apenas más bajo, mientras que en la rama de hoteles y restaurantes es de 430$ y en los servicios sociales y enseñanza es aproximadamente de 550$. Pero además una parte de los técnicos de producción e incluso ingenieros de producción pueden ser considerados dentro de lo que Marx denominó como “obrero colectivo” y en consecuencia productores de plusvalía. No sólo estamos observando desde hace décadas la proletarización del trabajo intelectual y la asalarización de lo que antes eran profesiones liberales, sino que cada vez más estos sectores establecen lazos con el proletariado muy distintos a los que en el pasado cumplieron los ingenieros de empresas, donde se consideraba que “saltaban la trinchera” cuando se pasaban al campo de la clase obrera, como en los Consejos de Turín en la Italia de los años ’20. Así se da el proceso donde el técnico y el ingeniero se proletarizan y el proletariado más estratégico debe intelectualizarse. Títulos intermedios para los obreros, desvalorización del título universitario de las clases medias para acceder a la alta jerarquía de la sociedad. Esto conecta al obrero especializado mucho más que en el pasado con el sistema educativo y con la cultura general que antes era patrimonio de los asalariados provenientes de las capas medias. Exactamente lo opuesto sucede con los trabajadores de muchos servicios y empleos pésimamente remunerados. Además ya no se trata de la clásica fusión de los obreros con la intelectualidad marxista. Hoy estamos presenciando la existencia de asalariados intelectuales, que son parte de la clase trabajadora y no que deben “abandonar la suya” como los revolucionarios del pasado. La fusión entre ambos adquiere nuevas características. Mientras un sector de los profesionales estrecha lazos con la clase trabajadora, el otro participa de la elite del estado y la clase capitalista. En la actualidad se mezclan los sectores precarizados y peor remunerados con los elementos sindicalizados y de mayor experiencia. La desventaja de la fragmentación tiene la contra cara de la educación a saltos. En la lucha de clases futura el nuevo proletariado joven puede aprender sin tener que recorrer todas las etapas de la vieja clase obrera. En los lugares de tradición el contratado puede asimilar fácil y rápidamente los métodos de la asamblea, el cuerpo de delegados, la huelga o el piquete. Así lo vimos por ejemplo en el Astillero Río Santiago (ARS). Hemos rescatado el concepto de “Huelgas metropolitanas” utilizado por los autonomistas en clave marxista. Pero deberíamos sacar todas las conclusiones del caso. ¿Qué implica este tipo de huelga? La clase trabajadora hoy se reúne en torno a megalópolis gigantescas, donde los servicios y los transportes cumplen un papel primordial. Una huelga en los servicios públicos afecta a millones de personas. Así fue la huelga francesa de los empleados públicos y el transporte del año ’95. Sobre ella Tony Negri concluía que “se imponía pensar la acción militante como una huelga metropolitana, es decir, como un conflicto de toda la ciudad”. Y como dijimos en la primer parte del documento en ese momento hemos criticado a la LCR como a LO por no haber comprendido todas las implicancias del caso, haber subestimado la necesidad de extender la huelga hacia las empresas privadas, es decir, en comprender el proceso tan sólo como una huelga más de los gremios del estado, y no como una acción política que involucró a millones de personas. Esta nueva fisonomía revela la posibilidad de una fusión mucho mayor entre diversos sectores y fragmentos de la clase trabajadora. Si por un lado la clase obrera es más heterogénea y más fragmentada, por el otro, concentrada en grandes ciudades, se encuentra en contacto mucho mayor entre ellas y con todas las capas de la población. Esto significa que ya no encontramos un proletariado industrial como en Rusia, que era el corazón de la lucha de clases frente a la burguesía y el aparato de represión, en el que otras capas sociales no intervenían más que desde la pequeño burguesía liberal universitaria. Ahora la sociedad se ha hecho más sofisticada y en ese sentido la sociedad Argentina se parece más a “occidente” en el lenguaje de Gramsci que a “oriente”. Esto tiene implicancias importantes para comprender a la clase obrera. Esto obliga al proletariado a encarar toda lucha seria pensando una táctica hacia los usuarios y en ese sentido colocándose como clase hegemónica. Así fue el caso en Argentina, donde los ferroviarios dejaron pasar a los pasajeros sin cobrar boletos, y obliga a levantar un programa de reivindicaciones no corporativista. La huelga de servicios no sólo paraliza la actividad, sino que plantea de manera inmediata una lucha política por la reapropiación por parte de los trabajadores y usuarios de los bienes sociales disponibles. Se pone en cuestión la relación entre el reclamo obrero en tanto productor y del obrero en cuanto consumidor. Pero esto remite al planteo de la desmercantilización de los bienes sociales primordiales y plantea el programa anticapitalista y la hegemonía proletaria. Lo que hemos visto en pequeño y lo que veremos en el futuro próximo en grande será la “hibridación” de diversas capas proletarias, de distinto nivel cultural y social, combinándose para dar un resultado original y novedoso. Lo mismo ocurrirá con los procesos de autoorganización democrática como las Asambleas Populares. Es difícil imaginar que en Argentina surjan soviets puros de obreros, sin hibridarse y confundirse con movimientos urbanos de asalariados sueltos y clases medias empobrecidas que se organizan como lo hicieron en las Asambleas Populares. Es posible que veamos incluso una combinación de Consejos de fábrica o coordinadoras con formas Comunales de autoorganización, como la organización distrital en la Comuna de París. A raíz de este proceso dijimos en la EI Nº 19 “es previsible entontes que al compás del desarrollo de un movimiento obrero militante en el proceso revolucionario se forjen no sólo organismos de democracia directa basadas en las unidades de producción, sino que serán acompañados de organismos de tipo comunales. La combinación que podrá darse entre ambos, los tipos específicos de organismos, etc., son cuestiones que la propia dinámica alumbrará”.

Combinaciones políticas en la clase trabajadora

Por otra parte, es indiscutible que la influencia que ejercen diversos sectores asalariados sobre el movimiento obrero industrial es muy distinta de lo que fue en otro momento histórico. Creer que existe una separación tajante entre el obrero industrial peronista y el asalariado estatal o docente que es radical o proveniente de ese espectro político puede llegar a ser extremadamente esquemático. En subterráneos pudimos ver trabajadores de cierto nivel cultural, psicólogos, profesionales, técnicos. Allí la izquierda tiene una gran influencia histórica, y todos estos sectores conviven con quienes provienen del peronismo. Los trabajadores más atrasados establecen lazos sociales y culturales con sectores más politizados y de mayor nivel cultural. Lo mismo sucede en las grandes empresas de servicios, como telefónica, Telecom, Metrogas, Edesur, Edenor, etc. Existe una hibridación de obreros peronistas y no peronistas. Ni hablar de los gremios automotrices de Córdoba, donde el radicalismo sigue teniendo predicamento, o el históricamente combativo gremio de Luz y fuerza de la misma ciudad, influenciado por el ARI, para el que en su momento pensamos podía ser adecuado una campaña por un MPT. Ni hablar del gremio docente, que hemos subestimado durante años. El docente es un intelectual asalariado de un nivel de vida por debajo de la línea de pobreza. Esto se debe a que a pesar de ser un trabajo calificado es uno de los pocos que asegura un trabajo de por vida, porque el empleo en la docencia y el estado, gracias a conquistas aún no liquidadas es casi vitalicio. Eso implica un exceso de oferta docente en el mercado de trabajo que asegura una constante caída del salario por debajo de su valor, sumado a que su población es predominantemente femenina. Este empobrecimiento es acompañado por las permanentes políticas de ajuste impuestas por el FMI para asegurar un saneamiento fiscal destruyendo los servicios sociales básicos de educación y salud, liquidando una conquista básica que era un salario indirecto en dichos beneficios. El salario de 400-500 pesos lo acercan al sector más explotado de la clase trabajadora, los precarios, en negro y lo pone en contradicción con los prejuicios propios de su origen. Esto puso a la cabeza de las luchas en muchos países del continente y del mundo a estos sectores asalariados. Lo vimos en Bolivia, en Perú, en Argentina, República Dominicana, Nicaragua, El Salvador y muchos otros países. No es casualidad que en general dichos gremios o son dirigidos por corrientes “antineoliberales” o incluso por la izquierda, pero muy difícilmente por sindicalistas “gordos”. No es casualidad entonces que durante los últimos años haya sido en el gremio docente donde más movimientos antiburocráticos se han desarrollado, comenzando por las decenas y decenas de agrupamientos “autoconvocados” contra la burocracia en todo el país, hasta las seccionales del Suteba dirigidas por la izquierda. Es difícil, por otra parte, no ponderar la relación estrecha que vincula al maestro con la población obrera en la que está inserto territorialmente, porque hoy ese docente vive en los mismos barrios que los hijos de los obreros. ¿Es verdad que el gremio docente no nos lleva al movimiento obrero industrial y a los servicios? Es difícil creerlo. Imaginémonos si el Suteba La Matanza en vez de estar en manos del FOS y otros grupos de la izquierda hubiera estado en las nuestras o por lo menos fuésemos codirección. ¿No es verdad que habríamos establecido desde una allí relación con todos los sectores industriales o los gremios “peronistas” de manera más orgánica que si vamos individualmente a la puerta de la fábrica? Lo mismo podría suceder en relación a los desocupados. La dirección de un sindicato como el Suteba podría establecer una alianza o incluso organizar bajo su propia organización a los desempleados, que dicho sea de paso es una base social 100% peronista. El MAS fue a Paty desde el Suteba General Sarmiento, pero sólo fue una dirigente del gremio. Si el PTS fuese dirección del Suteba General Sarmiento cualquier lucha de la zona norte colocaría al PTS junto a la clase trabajadora de una manera más eficaz y estrecha que cualquier agitación en puerta de fábrica. Entre otras cosas para eso sirve conquistar superestructuras políticas. Y esto no implica en absoluto desmerecer o rechazar la agitación que sea necesaria en las fábricas que sean necesarias. Esta hibridación entre trabajadores del espectro peronista y el proveniente del radical se da también en el sector de salud, donde conviven los profesionales y técnicos, mayoría del espectro radical, junto a enfermeras y mucamas preponderantemente peronistas y personal administrativo más combinado. Pero lo más relevante es que todo esto es posible porque las condiciones históricas en las que se estructuró la clase trabajadora en las décadas pasadas cambiaron no sólo en el plano estructural sino también en el terreno político. Por que la ruptura de las clases medias con el radicalismo es un hecho histórico que facilita la alianza obrera y popular, bloqueadas durante más de 20 años por el dominio radical sobre las clases medias y el peronista sobre la clase obrera. Hoy la capacidad de intervenir desde los gremios de asalariados que provienen de las capas medias hacia los más clásicamente peronistas es mucho mayor que en el pasado. Hoy no existe el gorilismo antiobrero de las capas medias que seguían al radicalismo. Lo que existe, como ya lo dijimos, es una polarización al interior de las mismas. Unas se proletarizan y miran hacia un lado. Las otras se enriquecen y giran hacia el otro. Esa es la tendencia histórica más allá de las coyunturas políticas. El carácter metropolitano de las luchas y la vida urbana en las grandes ciudades los relacionan no sólo social sino política y culturalmente mucho más estrechamente que en el pasado. En estas condiciones persistir con los prejuicios frente a los trabajadores no peronistas, cuando en realidad son los más permeables ideológicamente a escuchar a la izquierda, no sólo es una posición dogmática y estrecha, sino perjudicial para penetrar en el movimiento obrero y cambiar la composición social del partido. De esta manera la tradición histórica de lucha del movimiento obrero de los grandes sindicatos podrá combinarse con la potencial combatividad y conciencia política de los nuevos sectores de la clase trabajadora, menos golpeados por las derrotas. Al mismo tiempo los nuevos sectores como los desocupados pueden transmitirles métodos de lucha que al clase obrera no ejercita hace mucho, como el piquete. Y ya sabemos que lo que no se ejercita durante mucho tiempo se olvida y deja de ser parte de la tradición. Por último la tendencia a la intelectualización del trabajo industrial y la proletarización del trabajo intelectual crean un potencial de unidad obrera y popular muy diferente a lo que hemos visto en las revoluciones del pasado. La futura alianza obrera y popular será al mismo tiempo una alianza entre distintos sectores de trabajadores. Pero además será menos contradictoria de lo que fue la alianza con el campesinado por parte de la clase obrera rusa. De hecho la alianza con el campesinado tenía el objetivo de elevar al trabajo colectivo y socializado a millones y millones de campesinos que vivían bajo relaciones de producción precapitalistas. Bajo esta alianza social el campesinado y el artesanado pequeño burgués están destinados a desaparecer absorbidos en la gran producción moderna socializada. Por el contrario, las nuevas capas medias empobrecidas y de trabajadores intelectuales lejos de estar destinadas a desaparecer, se desarrollarán hasta abarcar el trabajo del obrero manual. Este último se elevará al trabajo del primero. El desarrollo de la producción socializada que persigue el aumento de la productividad del trabajo y la ampliación del tiempo libre disponible, lleva en germen la articulación entre el trabajo manual cada vez más intelectual y en consecuencia la superación del divorcio entre el trabajo manual embrutecedor y el trabajo intelectual creador. El obrero ascenderá al nivel del trabajo intelectual como miembro del colectivo de productores asociados. Esta conexión productiva, social y cultural, que será regulada y amplificada gracias al impulso que le imprima un futuro gobierno de trabajadores, está ya en germen en las nuevas condiciones del trabajo en el capitalismo actual.

En defensa de la dialéctica

Lo que un materialista dialéctico no debe confundir son los fines estratégicos con los medios políticos y tácticos para lograrlo. Y lo primero que tiene que hacer un partido es saber con que fuerzas cuenta, de qué material dispone, para saber cómo realizar con las menores energías y el mayor rendimiento un trabajo en la clase trabajadora. El objetivo estratégico de conquistar posiciones en la clase trabajadora debe ser mediado por las capacidades partidarias, por los sectores que hoy están más a la izquierda y son más receptivos a nuestras ideas, las conquistas de las cuales partimos, las instituciones que tenemos. Que los obreros de la industria y los servicios sean estratégicos para la revolución no significa que lo sean hoy, sí o sí, para el PTS. Por que entre la revolución y la construcción de un partido revolucionario existe una distancia sideral, porque no hablamos de un PTS que tiene miles de trabajadores docentes y estudiantes, sino de una liga de propaganda y acción que en gremios como los mencionados está por detrás de grupúsculos como el FOS. La dialéctica es la ciencia de lo concreto. Un trabajo juvenil de vanguardia en los colegios secundarios más importantes de todo el Gran Buenos Aires nos acercaría a la clase. En el caso de la Matanza, la mayoría de los trabajadores que tiene la regional provienen de nuestro trabajo juvenil. Esto es importante desde el punto de vista de la calidad de los dirigentes que queramos ganar. Es muy difícil hacer de un obrero que proviene del peronismo un cuadro marxista. Esto se ha revelado difícil incluso bajo el influjo de una extraordinaria lucha política de más de dos años en Brukman. La joven generación obrera que sale del secundario y va a trabajar no sólo es ideológicamente más permeable a las ideas socialistas y antisistema, sino que puede elevarse mucho más a la comprensión de los problemas de la sociedad actual que la generación intermedia que hoy está en las fábricas y que no pasó por una experiencia militante en la izquierda. No se trata de la juventud plebeya en general, sino la juventud secundaria en particular. En el movimiento obrero existe un sector juvenil, pero es muy pequeño, porque a partir de los 19 o 20 años se casan y pierden su vida juvenil. Son obreros adultos. Los trabajadores menores de edad son muy pocos, sobre todo en los grandes establecimientos, a no ser que se trate de los jóvenes pasantes, pero ellos se encuentran en los colegios secundarios, preferentemente en los industriales. Un trabajo de vanguardia en estos colegios, volcando muchos más recursos de los que hoy destinamos, prensa especializada, dirigentes del CC, propagandistas de alto nivel, recursos financieros, todo lo necesario para construir una gran juventud, puede crear las precondiciones para una inserción fecunda en la clase trabajadora. Bajo esta combinación específica de trabajo en los gremios que ya votamos, un audaz trabajo secundario, un fuerte trabajo docente y estatal, bajo el empuje del periódico NL nuestro trabajo obrero progresará tanto en cantidad como en calidad. Para concluir llamamos a hacer un esfuerzo colectivo para comprender las nuevas tareas y los nuevos desafíos del partido pensando apasionadamente el tiempo que nos toca vivir. Hay que bucear en la historia y en las luchas teóricas y políticas del pasado para darle mayor consistencia a la aplicación creativa y fructífera del marxismo en nuestros días.

APÉNDICE

El PTS de la Argentina del 2004 y el SWP norteamericano de 1937

En el curso del debate se ha venido insistiendo cada vez más en que el eje del partido es el “cambio en la composición social del partido”. Esta caracterización se apoyó no sólo en los “peligros de degeneración pequeño burguesa” confundiendo el futuro con el presente, sino en un intento forzado de comparar la situación política actual y la del PTS en particular con la situación que recorría EEUU en el ’37 y el partido de Cannon, el SWP. Así se trajo a colación en el CC y en diversas reuniones el artículo de Trotsky La composición social del partido, de octubre de 1937. Allí Trotsky alerta de que la descomposición del PC puede iniciarse con la ruptura de los intelectuales antes que los obreros. La afluencia de intelectuales al partido antes que de obreros podría hacer “perder su carácter revolucionario”. Y que el SWP tiene sólo una minoría de obreros. De allí la necesidad “en el período de transición” -sea más largo o más corto-, de “orientar en la práctica a toda la organización hacia las fábricas, las huelgas, los sindicatos”. Y planteaba sentar una norma general “el militante del partido que en tres o cuatro meses no gana a un obrero nuevo para el partido no es un buen militante”. Pero la situación tanto de la lucha de clases como del partido eran completamente distintas. ¿Qué pasaba en el año ’37 en EEUU que Trotsky considera un “período transitorio”? Se estaba desarrollando el más grande y colosal ascenso de las luchas obreras y de organización nunca visto antes en clase trabajadora norteamericana. Desde el ‘34 comenzó a desarrollarse una nueva experiencia de lucha, la huelga de brazos caídos, donde los obreros permanecían en sus puestos de trabajo y no eran sometidos al frío y la represión a la que estaban expuestos en la calle. Estas huelgas se extendieron por todo el país, de norte a sur y de este a oeste. Los brazos caídos se transformaron en ocupaciones de fábrica que duraron algunas de ellas más de mes o dos meses. A fines del ’35 se funda la CIO (Committee for Industrial Organization) en base a gremios por industria. El anuncio mismo de la fundación de la nueva organización fue un resorte que despertó el entusiasmo de millones de trabajadores. El torrente de huelgas se expandió por toda la nación y muchas de ellas tomaron el ejemplo de la ocupación de fábricas. En la Firestone se inició el movimiento en enero del ’36. Le siguieron Hoteles, artistas, municipales de Chicago, en apenas 6 meses la CIO tenía dos millones de miembros. Los obreros del Subte ocupaban las plantas eléctricas de New York. El New York Times se alarma y encabeza un matutino anunciando que los comunistas controlan la CIO. Se organizan los piquetes de huelga en la industria eléctrica que incluía la General Electric, Westinghouse y la Philco. La huelga de ocupación de fábrica General Motors en Flint fue histórica y parte de las huelgas con ocupación de fábricas en todas las empresas automotrices. Los obreros ocuparon la empresa. Se arman los rompehuelgas con una milicia armada, hay amenazas de desalojo. La intransigencia de los obreros de no abandonar la fábrica es lo que llenó columna tras columna todos los periódicos del país. Esa firmeza ayudó a que la CIO construya cientos y cientos de sindicatos más en todo el país. El director de la GM denunció que era un intento de “sovietizar” la industria del automóvil. La toma de Flint involucró a las mujeres que llevaban comida a los obreros y frente a la negativa policial entraron en batalla campal con 14 heridos de bala. Después de 44 días la patronal se rindió y reconoció al sindicato, negocian las horas de trabajo, los salarios y los ritmos de producción. El sindicato del automóvil pasó de 30 mil miembros a 500 mil en un año! Estallaron huelgas de brazos caídos por todas partes regadas por el triunfo de Flint. Chicago, Detroit, Denver, Milwaukee, Costa Oeste, Saint Louis, paralizando tiendas, fábricas, hoteles. En la EEC 2 mil trabajadores tomaron la fábrica 53 días y ganaron el reconocimiento sindical y el aumento salarial. Todo este ascenso obrero se desplegaba aún con un alto índice de desocupación, aunque la reactivación del ’34 y ’35 contribuyó a que los militantes y luchadores del movimiento de desempleados ingresen a las fábricas. Allí surgió la consigna “agravian a uno, agravian a todos”. A los obreros se le sumaron los peluqueros, artistas, botones de hotel, escribanos, taquígrafos, trabajadores de la ropa y las pieles, cantineros, camareros, mineros, bomberos, leñadores, vendedores, aparceros, profesores, ayudantes de camareros. Todos detrás de los grandes triunfos de los obreros automotrices. En Chrysler la patronal se rindió ante el temor de una nueva Flynt. Surgieron nuevos líderes sindicales, salían de la cárcel para ser invitados de honor en un banquete. Las campañas de organización en la industria del acero contaban con 5 mil organizadores voluntarios que recorrían las empresas organizando el sindicato. A ellos se unió la experiencia y combatividad de los mineros. Las patronales se unen para preparar la guerra paramilitar contra los trabajadores. Gastan 44 millones de dólares en ametralladoras, rifles, pistolas, granadas, y gases lacrimógenos. Cuando estalló la Guerra llamada de “Little Steel” en mayo del ’37 en más de 5 ciudades, murieron decenas de trabajadores. Por primera vez desde 1869 los trabajadores negros estaban organizados sobre una base de igualdad en los grandes sindicatos nacionales y en el nuevo CIO. Por año los sindicatos lograron arrancarles a los empresarios 5 mil millones de dólares en aumentos de salarios. Del ’36 al ’40 la CIO creció en más de 4 millones de miembros. Tenía decenas de miles de militantes sindicales. En esas condiciones Trotsky le plantea al SWP la necesidad de “orientarse hacia las huelgas y los sindicatos”. Hacía el siguiente análisis: “Desde 1933 la historia de la clase obrera americana se caracteriza por una actividad y una combatividad casi ininterrumpidas. Intentos obstinados y persistentes para organizarse, que culminen frecuentemente en luchas huelguísticas muy heroicas, fueron emprendidos por los obreros. Incluidos los de las industrias claves tales como el acero, el automóvil, el caucho, las fábricas de utilidad `pública y la navegación, en donde en el pasado el movimiento sindical no había podido arraigarse. Las huelgas de los últimos años se destacan por un potente auge de la solidaridad y de la conciencia de clase. Agrupan a decenas de miles de obreros que pertenecen a diferentes industrias, y a menudo también a capas inferiores de la pequeño burguesía que han apoyado la lucha física de los obreros huelguistas contra los rompehuelgas, los matones privados, la policía e incluso la milicia”. Sobre la base de esta caracterización, todo minuto que el partido perdía en discusiones infinitas con los intelectuales bohemios del partido o simpatizantes del partido era un tiempo derrochado. Efectivamente los intelectuales eran predominantes en los círculos de New York. No eran estudiantes como los de Buenos Aires o La Plata, sectores de clases medias empobrecidas o jóvenes estudiantes que trabajan, estudian y militan todos los días. El arquetipo del intelectual en el que está pensando Trotsky es Burnham. Cannon, en su libro La lucha por un partido proletario, lo pinta como un profesor independiente que todavía no sabía si quería dedicarle todo el tiempo al partido, que se le había ofrecido ser profesional en el partido y que se negaba siempre. Según Cannon le habría dicho que no estaba convencido de dedicar enteramente su vida a una causa cuya victoria no viera él en vida. Librepensadores surgidos del mundo cosmopolita de New York, quejándose todo el tiempo por el régimen de partido, realizando exigencias “democráticas” desde hacía años, y no sabía si quería ser un militante completo. He ahí el tipo de pequeño burguesía a la que Trotsky teme que paralicen el partido. La discusión sobre la composición social y los peligros de degeneración tienen también su base en las luchas fraccionales no resueltas del período anterior al entrismo al PS que resurgen con posterioridad, en las que estaban involucrados Abern, Glotzer, y otros elementos que provenían del partido de Muste. Verdaderamente no hay ninguna posibilidad que alguien pueda hacer un paralelismo entre el SWP del años ’37 y el PTS de hoy. Ni por la situación de las luchas y radicalización obrera, ni por las presiones o desafíos inmediatos que tiene el partido. Sencillamente no tenemos a nuestras puertas un pacto Stalin-Hitler, una presión mundial que caracterizaba la etapa como una lucha entre la democracia y el fascismo.

Propuesta de resoluciones nacionales

Proponemos incorporar a las resoluciones que hemos votado en el VIII Congreso y en la Conferencia, sobre “Sistema de publicaciones”, “Nuestra Lucha”, “Casas Socialistas” y sobre desocupados y universidad publicados en la CI 147 las siguientes propuestas:

Sobre política nacional

1- Impulsar una mesa coordinadora de sindicatos, cuerpos de delegados, internas y agrupamientos de trabajadores y listas sindicales que se reclamen combativos y antiburocráticos. Aunque en el periódico NL tratamos de agrupar a decenas de compañeros que se identifican con la lucha de los compañeros de Zanon y toman en sus manos el periódico, necesitamos una instancia más amplia, que será de frente único no sólo de bases, sino de agrupaciones políticas y sindicales, con el eje central de fortalecer las luchas de los trabajadores y la recuperación de los sindicatos hoy cautivos de la burocracia sindical. Una coordinación de estas características deberá discutir el programa para derrotar a la burocracia sindical y coordinar los esfuerzos para apoyar cada iniciativa que se desarrolle en cualquier gremio o sector tendiente a recuperar los sindicatos. En ese sentido se podría aunar esfuerzos para apoyar a la oposición a Daer en la alimentación, apoyar a los trabajadores de TDO contra las agachadas de Palacios, fortalecer y discutir un programa para participar de las elecciones de la CTERA, fortalecer la lucha y organización de los compañeros del cuerpo de delegados del Subte que vienen de tener una gran triunfo frente a la patronal y la UTA, extender el movimiento de oposición en todas las líneas del ferrocarril y organizar a los trabajadores contratados para luchar por el pase a planta permanente de todos los compañeros, unificar a las internas y seccionales opositoras en ATE para presentar una política común en el Congreso Provincial, y un sin número más de iniciativas unitarias que favorezcan el frente único antiburocrático. Este frente único sería un gran paso adelante para el impulso de instancias de coordinación regionales y la concreción, de crecer las luchas obreras, de un verdadero congreso de trabajadores y sectores en lucha que supere el acuerdo de tendencias de las ANT. Para que esto sea posible aunque sea en un porcentaje menor es imprescindible alcanzar algún acuerdo de partidos con quienes dirigen o tienen influencia en todos estos sectores de trabajadores.

2- Impulso a la formación efectiva de un MPT en Neuquén, bajo las características tácticas que sean más adecuadas, en el sentido de lo que propusimos en la parte dos de este documento. La formación de un partido o movimiento de éstas características implica el llamo a las corrientes antes mencionadas a impulsarlo en común.

3- Retomar la ofensiva política sobre las corrientes que se reclaman obreras y socialistas para llamarlos a discutir de cara a la vanguardia la propuesta de formar, en base a un programa y un método común, un Partido revolucionario unificado en Argentina. Una propuesta de estas características posee un fundamento distinto al del período precedente, pero no menos actual. La posibilidad de la emergencia de luchas de trabajadores contra las políticas de salarios devaluados que han venido siguiendo tanto Duhalde como Kirchner, actualiza la necesidad de plantear una alternativa política común ante el movimiento obrero. El PO está retrocediendo de su estrategia piquetera para revalorizar la necesidad de una lucha en los sindicatos, al tiempo que propone la reconstrucción de la IV Internacional. El MAS viene sosteniendo críticas parecidas a las nuestras ante la ANT y el PO y plantea un congreso de base de ocupados y desocupados y la lucha por trabajo genuino. A pesar de todas las diferencias que nos separan con éstos partidos y otros grupos que se reclaman obreros y socialistas, la necesidad objetiva de ofrecer una alternativa de clase y revolucionaria ante los enjuagues frentepopulistas de corrientes como las de Castells o la IU, actualiza nuestro planteo ante la vanguardia obrera y popular. Todo bloque o alianza parcial por algunos puntos concretos (impulso común a una Conferencia abierta juvenil anticapitalista latinoamericana, movimiento único de desocupados con libertad de tendencias en el caso del PRS, bloque común para participar en el movimiento sindical, participación efectiva en NL, etc.) debemos conectarlo con nuestra política de partido unificado lanzando desafíos a dichas corrientes a profundizar la relación y poner el tema en debate.

Sobre desocupados

1- Alcanzar algún acuerdo con la FTC Mesa Nacional, orientada por el PRS, en base a su propuesta de Movimiento único de desocupados con libertad de tendencias, para ingresar al movimiento, en primer lugar la UTD de Berisso y en segundo lugar cuadros y militantes que defina cada zona para volcarse al movimiento de desocupados. A pesar de la crisis que hoy recorre al movimiento, tanto por su aislamiento como por la política de sus direcciones, que lo han llevado a un impasse, dicho movimiento no va a desaparecer y seguirá agrupando a un contingente importante de desocupados con experiencia política y de lucha. Un cambio en la situación política a mediano plazo, algún giro brusco de la situación puede cambiar el humor social tanto en las clases medias como entre los trabajadores contra los piqueteros. La política votada de que este trabajo sea una política de retaguardia debe completarse con el ingreso a algún movimiento de desocupados más a la izquierda que nos permita hacer más eficaz nuestra propia política.

Sobre Juventud

1- Jerarquizar el trabajo juvenil, relanzando a un nivel mucho mayor el movimiento Red de Agrupaciones No Pasarán (NP), y fortalecer la juventud partidaria que está debilitada. En general los más jóvenes se mantienen siempre mucho más al margen del sistema de representación burgués y son más “rebeldes”, aunque esa rebeldía pueda expresarse bajo formas no politizadas. El peso propio del kirchnerismo se tenderá a expresar más débilmente. Por otro lado, la falta de politización de los jóvenes suele ser una traba para la organización permanente. Ya hemos visto en este sentido el estupidismo en que cayó la juventud por ejemplo con la llamada generación X, hija del neoliberalismo, escéptica y consumista. La nueva situación ha dado un nuevo clima de politización, no hay en la juventud sólo “chetos” y cumbia villera y sería un grave error desperdiciar esta vía de construcción partidaria Está planteado lanzar una campaña antiimperialista e internacionalista contra los yanquis en Irak y por una Conferencia juvenil anticapitalista latinoamericana. Antiimperialismo y el internacionalismo tiene que ser una bandera permanente de primer orden para nuestra juventud, también tenemos planteada una fuerte campaña contra el ALCA y todo intento yanqui de avanzar en una mayor subordinación del contienen. Debemos desarrollar una ofensiva con charlas y materiales de propaganda para educar pacientemente a una nueva generación en las ideas del internacionalismo proletario, sus tradiciones, el marxismo, etc. NP tiene que ser también, como ya es tradición, una organización fuertemente pro - obrera que luche por ligar a los centros y a los estudiantes de clase media a las luchas que de los trabajadores. Es imprescindible volver a abrir No Pasarán a los agrupamientos amplios de jóvenes que coincidan en su espíritu con el programa original de NP. En segundo lugar es necesario volcar más recursos para abrir nuevos colegios y ganar para el movimiento una nueva camada de estudiantes secundarios mediante una ofensiva de organización de los centros de estudiantes, el desarrollo de nuestro programa transicional, haciendo permanentes campañas democráticas y poniéndose a la cabeza para dirigir las demandas inmediatas de los secundarios por más mínimas que estas puedas parecernos. Esto nos permitirá ganar jóvenes que irán a las fábricas y empresas cuando se reciban, así como cuadros e intelectuales en los colegios secundarios. Para formar una juventud de vanguardia de cientos es necesario dotarla de mucha ideología, los militantes del PTS en su interior deben darle prioridad a la formación de jóvenes marxistas y de una dirección auténticamente juvenil. En base a todos los considerandos presentados en este documento, proponemos volcar como mínimo tres miembros del CC, recursos y cuadros para darnos el objetivo de construir una juventud de cientos de compañeros, un sector que está abandonado por las corrientes centristas y donde tenemos la posibilidad de crecer y ampliar nuestra influencia con relativa rapidez.


por Jorge Sanmartino y Martín Ogando. Abril/ 2004

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